La firma
Antonio Fernández Jurado
Sin tupidos velos
Si Siempre escribí en esta columna, que acaba de cumplir 21 años, que no hay para mí mayor satisfacción, que ocuparme de la publicación de un libro. Celebro que la primera de este año recién estrenado sea la última obra de Juan Villa, uno de los escritores onubenses de mayor relieve, acreditado en sus numerosas publicaciones que he tenido la oportunidad de recensionar en este Caleidoscopio, atisbo múltiple de la actualidad, crónica de nuestra realidad cotidiana. Vuelvo, con personal regocijo, a la obra del escritor almonteño, glosando más que juzgando su última creación: “El complejo de Lumumba”, una novela que rompe su línea narrativa y se enfrenta a un nuevo registro, totalmente alejado de sus relatos de ámbito mágico y rural de Doñana y su entorno fascinante y asombroso, el “genius loci” o ese “espíritu del lugar” de tan poderosos atractivos, que escribía Juan Villa en “Rocío antes del alba” (2021), un encuentro taumatúrgico con la singularidad del lugar y sus protagonistas. Ya en la dedicatoria, que me escribe, garabato genial de dibujante y pintor, que lo es también de notable calidad, advierte del cambio: “este desliz de la edad tardía”.
De esa inesperada deriva en los nuevos argumentos narrativos de Juan Villa, en una de las presentaciones del libro, hablaba José Juan Díaz Trillo, destacado experto en temas literarios y sabedor íntimo y avezado de su obra, - imprescindible para el conocimiento de estos lugares únicos - evocando ese “mundo propio… en la esquina de al lado” del autor, relativo a su conocida y celebrada narrativa y esta especie de salto al vacío, este nuevo registro que nos lleva a lo que se califica, como “una metáfora de un país” que se identifica con esa generación de otra transformación que experimentó un cambio político trascendental, reflejado de una manera tan sutil, aguda, irónica, sarcástica y en ocasiones mordazmente despiadada en esta nueva novela de Villa, tal como afirmaba el prestigioso escritor Dante Medina:, escrita, decía, “con mucha pericia, malicia, sentido del humor y guiños culturales”, pasando de lo sofisticado a lo popular a través de unos personajes testigos fieles de un profundo cambio generacional.
Me llamo la atención en otra presentación la intervención de Jorge Molina, de cuyo libro “Doñana, todo era nuevo y salvaje (2011), conocedor profundo de este territorio, dediqué una de estas columnas, que destacaba la calidad de su prosa, ese “don de escribir bien”, de Villa, esa maestría para tratar el humor, siempre difícil, apuntando con acierto sus “descripciones detalladas magistralmente y el tratamiento ensañado con los personajes” que propende al disparate, a la más ocurrente agudeza. Un texto copioso en léxico elocuente y múltiple en argumentos, expresiones, sutilezas e ingenio. Una obra en clave de ficción generacional donde lo literario y lo visual convergen armónica y admirablemente. Líneas maestras de su poderío narrativo capaz de afrontar cualquier tema.
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