La ciudad y los días
Carlos Colón
Nunca estuvieron todos
Enhebrando
Huelva/Define el diccionario de la lengua española el término conjurar como aliarse con alguien, en general mediante juramento, para algún fin. Ésa es su segunda acepción, la primera se limita a otro verbo: conspirar. Tomado por un lado o por otro, en la noche del sábado al domingo tendrá lugar el conjuro del tiempo, habrá quien lo vea como una conspiración, pues las manecillas del reloj volverán hacia atrás para que las tres sean las dos. A mí, de partida, este cambio horario me da coraje; cuando voy adormilado por la mañana ni necesito ni quiero más rayos de sol, y el que las tardes se desplomen de golpe y porrazo es algo que siempre me ha fastidiado sobremanera. No me queda claro a estas alturas de la película qué aporta esta modificación, cuando las fábricas rinden a 24 horas y los comercios permanecen abiertos hasta la hora de cenar. Aquí sí que tenemos motivos para volvernos conspiranoicos.
Aunque para ser sinceros, la noche de este sábado me encanta, la del cambio, la de ganarle a Cronos sesenta minutos con nocturnidad y alevosía. En especial porque una vez más me pillará en el Encuentro de Verdes Escritores y Escritoras, en la localidad de Moguer. El conjuro de la palabra. Un aquelarre de versos y buen ambiente. Un reencuentro con amistades intermitentes unidas por el lazo de la escritura. Una pócima de la que cualquiera puede beber. Aquí no hay recetas ocultas, aquí la sociedad secreta de la poesía de los burros verdes se anuncia en carteles de neón bajo la luna. Cualquiera puede poner en su GPS la Taberna del Libro o la Fundación Zenobia-Juan Ramón Jiménez para pasarse por los actos que hay preparados estos días, con culmen en la noche sabatina. Y si no me creen, vayan a verlo.
Pero si no quieren espacios cerrados, también tiene lugar estos días el conjuro de la palabra en la Plaza de las Monjas. La Feria del Libro de Huelva continúa hasta el domingo. Ya les hablé de ella la semana pasada pero fue de manera preventiva, ya he tenido la oportunidad de pasarme por ella, por los stands de las librerías que allí se exponen, por las firmas de libros con largas colas, por las presentaciones a rebosar de gente, ocupando todas las sillas disponibles y con gente aún de pie escuchando a la autora o autor de turno. Me ha llenado de alegría ver un ambiente tan festivo.
Así que este fin de semana no duden en coger un caldero y echarle una hora del reloj y un puñado de páginas literarias, seguro que les queda una pócima perfecta, por más que el domingo nos aguarden algunos relojes a los que ajustar la aguja pequeña.
También te puede interesar
La ciudad y los días
Carlos Colón
Nunca estuvieron todos
Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Todo lo que era sagrado
Gafas de cerca
Tacho Rufino
Niño
Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Niño-Dios de esta noche
Lo último