Conmoción

27 de marzo 2025 - 03:06

Se ha dado en llamar crispación, que es una manera de definir la convulsión que viene produciéndose en las sesiones del Congreso de los Diputados y el Senado cuando el Gobierno se ve obligado a contestar las interpelaciones que se le hacen por parte de los miembros de la oposición en ambas cámaras. Inalterablemente y desde hace algún tiempo el clima de conmoción en tales comparecencias no hace más que elevar su tono y el grado de enfrentamiento en el que abundan términos muy ofensivos e hirientes y sobre todo despectivos que son los que más dañan a los ofendidos. Y es que resulta difícil no reaccionar airado cuando se le pregunta al gobierno – concretamente a su presidente – y éste responde falseando la formulación o con una contestación acusadora rayana en la provocación, en la injuria y la más ostensible hostilidad. Todo lo cual propende a esa crispada confrontación que tanto alarma a muchos pero que es propia de ese clima de tensión y alteración que a menudo se produce en las cámaras.

En estas últimas sesiones parlamentarias han abundado esas situaciones cuando una vez más Núñez Feijóo acusó a Sánchez de tratar de controlar a los medios informativos – la tentación goebelesiana - y a las empresas editoriales, sin lograr una respuesta apropiada. No ha tardado mucho en acordar el Gobierno – visiblemente debilitado y con respiración asistida – y sus socios el registro de una propuesta de modificación del Reglamento del Congreso para vetar a los periodistas que publiquen información que no se considere veraz. Una manera más expeditiva y autoritaria de apretar la mordaza que cada día nos amenaza más a los profesionales de la información. Un estrecho cerco más a la crítica, a la libertad de expresión y de opinión. Una vuelta de tuerca más en su afán de controlar a los medios.

O cuando al arbitrario y discriminado, además de injusto y racista, reparto de menas, las explicaciones no sólo son ambiguas sino que las adelanta Junts, porque, como dice Emiliano García Page, que lo califica de “supremacista y cualquier cosa menos progresista”…, “solidarios sí, tontos no”… “quien manda” en nuestro país es el fugado Puigdemont. O cuando se abunda en el llamado “relato” - con las monsergas de siempre – de efecto disuasorio, sobre el término “rearme”, para no molestar a sus socios – que quieren abandonar la OTAN -, en ese discurso lleno de vaguedades – otra vez la manipulación de la semántica - que es el habitual engañabobos que tanto prodiga Sánchez, y que está provocando numerosos enojos y reprobaciones de los socios europeos por su “falta de solidaridad en Defensa”. Y ahí lo tenemos: solo, sin sitio en Bruselas, presidiendo un gobierno dividido y enfrentado, rehén de las veleidades de un delincuente fugado, sin apoyo parlamentario y sin presupuestos. Alargando cada día más el brazo del Estado y faltando el respeto a diversas inviolables normas democráticas. Eso sí, apropiándose de los resortes del Estado.

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