Quizás
Mikel Lejarza
Toulouse
Del maratón de películas navideñas uno saca la conclusión de que son lo más parecido que hay a los cuentos frente a la hoguera de antaño: una distracción frente al frío de la calle en los ratos sin obligaciones con una moraleja más o menos explícita. No hay que desdeñar el valor de esas pequeñas enseñanzas, básicas en sí mismas pero que acompañan al ser humano desde que fue capaz de darle forma a la vibración de las cuerdas vocales. Son la escuela de la cueva frente a la vida; una pequeña guía de buenas prácticas. Desde las cavernas hemos evolucionado hacia las casas y de la palabra oral o escrita pasamos al consumo audiovisual. Consejos para la vida como que quien cree en algo guarda esperanzas para el futuro, o que el mal no busca vencer al bien sino simplemente gobernar. Otras películas muestran la superación de los retos y la importancia del proceso. El escudo de la amistad, de la familia. Los peligros de alejarse del hogar. La tolerancia hacia quienes no piensan diferente porque la diferencia no conlleva estar equivocado. O, anoche mismo, viendo Klaus, un clásico reciente y patrio, donde el deseo de la alegría se hace más fuerte que el de los enfrentamientos allá por Smeerenburg y es capaz de recomponer lo fragmentado.
Este aluvión de filmes también nos atrae a las salas de cine, por aquello de combinar y de cambiar, y no es de extrañar que muchas producciones aprovechen los alrededores de estas fechas para sus estrenos (también lo harán con otros períodos vacacionales). Y está bien, nos dan recursos para este cronómetro que en nada dirá adiós a 2024 al tiempo que desprecintaremos el 2025. Curiosamente, ayer se me rompió el reloj, pocas metáforas más potentes sobre la fractura del tiempo. Ya aparecen por doquier los listados del año que cerramos: los más vendidos, los mejores, las mayores sorpresas, los imprescindibles, los más más, de todas y cada una de las facetas que podamos echarnos a una estadística. También de lo peor. Da igual si son discos, libros, prendas de vestir o árboles frutales. Como escribiera Nacho Cano, “hacemos el balance de lo bueno y malo / cinco minutos antes de la cuenta atrás”. No se puede caminar a la inversa en esto de los meses, y hasta las conversaciones en el supermercado indican que vamos a cambiar de almanaque, que esta mañana en la sección de frutería un matrimonio disertaba sobre las uvas sin pepita y del tamaño de las mismas, que quién se comía 12 de ese calibre una tras otra, que ya el año pasado casi se atragantan. Así que guarden cualquier moraleja del calendario que cerramos y les deseo un nuevo año de cine.
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