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Cualquier ciudadano, sobre todo el mejor informado y coherente, siente decepción ante la situación que vive el país, sensiblemente agravada por la Dana que tan penosos estragos ha producido en varias regiones españolas de consecuencias pavorosas y a un Gobierno que elude sus responsabilidades. Al menos un 70% tiene la percepción, según se informaba hace unos días, de que tal situación es mala o muy mala, siendo del 95,5% el rechazo a la gestión del Gobierno sobre el acceso a la vivienda. Y todo ello cuando el Ejecutivo se ve acogotado por una presunta trama de corrupción que cada día aporta nuevas sospechas sobre una gestión de complejas irregularidades y de alcance muy preocupante para la estabilidad democrática del país, lo que supone un gran riesgo, como apuntaba la propia princesa Leonor, haciendo suya la opinión del premiado en Ciencias Sociales, Michael Ignatieff: “Hay quienes utilizan la democracia para destruirla”
Decepción también, y grande, en Huelva –una más entre tantas– tras la Cumbre Hispano-Lusa, en la que una de sus decisiones pasa por aplazar el AVE Sevilla-Huelva-Faro para 2050, un proyecto de conexión ferroviaria entre Andalucía y el Algarve que, como otras infraestructuras férreas, viales e hidráulicas se retarda hasta fechas que resultan capciosas.
Pero las decepciones o las desilusiones, o como quieran llamarlas, no vienen solas. En estos días también se nos revelaba otra frustrante noticia: el Gobierno insiste en que el proyecto del aeropuerto en Huelva “no reúne” las condiciones para ser de “Interés General”. Otro jarro de agua fría a una vieja aspiración de Huelva en el ámbito de las comunicaciones (más de 20 años ya) de las que esta provincia es tan deficitaria. Por eso no se comprende ese optimismo, tan inocente, alegre y confiado del presidente de la Diputación, el bueno y complaciente David Toscano, cuando afirmaba: “La propuesta del Gobierno de alta velocidad para Huelva creo que va a satisfacer a la Mesa de las infraestructuras”. ¿Quién se fía de quien ha hecho tantas promesas, luego incumplidas y te siega la hierba que pisas? Sólo esta provinciana e inocente familia popular, una vez más, parece ignorar que en política no se puede perdonar la vida, democráticamente hablando.
Decepción para los que todavía votan a esos partidos de izquierda radical, algunos abocados a la extinción, ante el anuncio de abandono de la actividad política de Íñigo Errejón, llegado al límite, que dijo: “de la contradicción entre el personaje y la persona”, además de ciertas acusaciones sobre un presunto comportamiento sórdido y procaz y a un ejercicio de cinismo tan habitual y recurrente en los dirigentes de su partido. Son muchos los que se preguntan ¿qué fue de la superioridad moral de la izquierda, de qué superioridad hablamos y quien sitúa el cordón sanitario, tan enojosamente antidemocrático y que tanto promueven estos marxistas de conveniencia? Dicen que harán un curso. ¿De qué?
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