¿Somos demócratas?

Quousque tandem

10 de marzo 2025 - 03:05

Pasear por las redes sociales observando con cierta distancia nos convierte en una suerte de corresponsales de guerra. A veces nos llevan allí los acontecimientos y otras es la curiosidad la que actúa como acicate. Pero raro es el día en el que no se presencian escaramuzas y emboscadas cuando no auténticas batallas campales. Siempre dialécticas, aunque casi nunca exentas de las más vulgares provocaciones y los más crueles insultos. De todos modos, la mayor ventaja de la virtualidad reside en que la mayoría de los participantes recuerdan a Oblómov, el protagonista de la novela homónima de Iván Goncharov; un joven aristócrata que raramente abandona sus estancias, desde las que ve pasar el tiempo tumbado en el diván y pergeñando qué podría hacer en caso de que se levantara. Y es que las redes sociales están preñadas de autoproclamados expertos en los más variados saberes siempre prestos a asumir el papel de versado especialista en cualquier nueva disciplina que requiriera de su opinión.

Ese fenómeno se complementa con el del gregarismo más irracional. Tanto que muchos, quizá demasiados, carecen de escrúpulo alguno a cambiar de opinión siempre que su líder, a quien siguen ciegamente, así lo ordene, defienda o siquiera dé muestras de insinuarlo. Si la hemeroteca se convierte en la vergüenza del político veleta, no lo es menos entre el conjunto de la masa opinante. Aunque a unos y otros les resulte indiferente dado el nivel de cinismo del que alardean.

A este acrítico seguidismo político se suma un enardecido ambiente de casino decimonónico en el que socios y allegados siempre anhelan lanzarse a las calles, sea a colocar barricadas o a desmantelarlas. Todo ello genera un ambiente enrarecido en el que el debate, sustituido por el griterío, brilla por su ausencia; la defensa de los valores se sacrifica en favor de las necesidades del líder y el adversario se convierte, no ya en enemigo, sino en un obstáculo a eliminar para imponer su idea edénica al común de los mortales. Les apetezca o no.

Hasta el punto de que creo que aquel mundo en el que la democracia liberal era el referente moral occidental como sistema de gobierno empieza a resquebrajarse. Tanto que sospecho que si ahora mismo preguntáramos en referéndum si queremos dictadura o democracia, seguiría ganando ésta, pero si en la papeleta añadiéramos a dictadura la expresión «de los que piensan como yo» ya no estaría tan seguro

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