19 de septiembre 2024 - 03:06

Me pasaban una frase de Martin Luther King Jr., el inolvidable líder estadounidense de los derechos civiles, cuya vigencia, para nosotros, es bien evidente: “No me preocupa el grito de los violentos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos”. Porque el silencio es muchas veces más funesto que el ruido dialéctico de los embusteros y embaucadores. De estos, desgraciadamente estamos asediados en nuestra actualidad política. Junto a sus corifeos y animadores, por obvias causas de su interés y conveniencia, hay toda una jauría de alimañas del llamado análisis político que apoyan y aplauden acciones y actitudes que minan nuestra sociedad y quiebran nuestras instituciones democráticas. Comienzan sus artículos o columnas “criticando” al gobierno con una estrategia no demasiado hiriente y acaban achacando a la oposición las más rebuscadas maldades. Se aprecia su irrenunciable ideología y su nostalgia de épocas más propicias para su provecho. Nos preguntamos que piensan de ello los votantes andaluces ante el agravio financiero que se perpetra contra nuestra Comunidad, aplaudido por esos adalides mediáticos del Gobierno.

Hablando de silencios, tan perniciosos en tantas ocasiones, el gobierno los utiliza para encubrir sus arteras maniobras para subsistir ante su evidente minoría, salvo cuando el presidente en su osada ambición de poder lanza un inquietante y peligroso desafío que es todo un misil mortífero a nuestra democracia, cuando dijo ante sus huestes con titubeante arrojo: “Vamos a avanzar con determinación con o sin apoyo de la oposición, con o sin un concurso de un poder legislativo”. El Comité Federal de su partido – a su adulador servicio - se rasgaba las palmas aplaudiendo histérico. Toda una invocación a la autocracia, al más vergonzoso despotismo, a la degollación democrática. Es evidente la pérdida de lo que el propio presidente ha llamado “la mayoría progresista”, la inminencia de “enormes daños colaterales” que supone la financiación “singular”, el cupo catalán, todo un fraude, y mayores cargas para el contribuyente como han certificado, entre tantos, Fedea (Fundación de Estudios de Economía Aplicada) y otros expertos en fiscalidad. advirtiendo “del impacto y la señal negativa que emite la división de la Agencia Tributaria y el trato de favor a Cataluña”.

Nuestra Constitución, que dice (art. 66.2); “Las Cortes Generales ejercen la potestad legislativa del Estado, aprueban sus Presupuestos, controlan la acción del gobierno y tienen las demás competencias que les atribuya la Constitución”, entre ellas, por supuesto, las leyes, lo que parece olvidar Sánchez, debió suprimir privilegios que son inconcebibles desde la igualdad. Esto no puede ser políticamente correcto, pero yo nunca lo he sido. Qué podemos esperar de un presidente cuyo nuevo jefe de gabinete sostiene que las bondades del “engaño” son el instrumento modernizador de la vida política mientras lo perciba el ciudadano.

stats