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Yolanda Díaz, la gran esperanza blanca de la izquierda radical en su interminable proceso de crisis, reconstrucción y vuelta a empezar, está dando palos de ciego ante el progresivo declive de su proyecto político. Con una particularidad: mientras más se ciega ante la realidad, más se debilita.
Ahora se ha enfrascado con el ministro de Economía a cuenta de la reducción de la jornada laboral. A diferencia de otros grandes pactos sociales impulsados por ella –y muy beneficiosos económica y políticamente– concertados con patronal y sindicatos, esta vez ha pactado la reducción de la jornada sólo con sus compadres sindicalistas, ignorando la postura de los empresarios. A tomar viento el consenso, que es precisamente lo que da valor y solidez a estos acuerdos: 37 horas y media a la semana y no se hable más.
El ministro de Economía, el socialista Carlos Cuerpo, ha sido el encargado de matizar la imposición de Yolanda. No es que se oponga a la reducción –no puede, porque figura en el acuerdo del Gobierno de coalición–, pero quiere que se implante progresivamente y se tenga en cuenta la economía de las empresas. No es lo mismo incrementar el coste de la fuerza de trabajo de una gran factoría que el de un pequeño comercio, un bar o una pyme.
La postura de Cuerpo es de puro sentido común y racionalidad. No lo entiende así Yolanda Díaz. Su primera reacción ha sido puramente demagógica: negar a la gente trabajadora la posibilidad de trabajar un poco menos –cobrando lo mismo, claro–, para vivir mejor es “casi de mala persona”, dijo ella. Con esta expresión dedicada a su compañero de Gobierno se coloca a sí misma en ese plano de superioridad moral que tanto incapacita para la política. Las 37 horas y media por decreto la convierten a ella en buena persona, defensora de la gente vulnerable y azote del capitalismo. El mundo de buenos y malos instalado en la burbuja ideológica de Sumar. Olvidadiza, también de que Cuerpo pertenece al partido mayor de la coalición y Sumar al pequeño.
Ya casi pequeñito. La radicalización gestual y la enfatización de las divergencias con el socialismo cogobernante tienen una explicación obvia: Sumar no solamente ha perdido, a veces con estrépito, todas las elecciones a las que ha concurrido desde que se fundó, es que Podemos le está recortando distancias desde que rompieron. En todas las encuestas. La desesperación es mala consejera, incluso para las buenas personas.
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