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El cierre de la imprenta de Aspapronias, y la consiguiente pérdida de trabajo para una decena de personas, ha pasado casi de puntillas este mes. Nadie ha reaccionado al fin de un centro especial de empleo que iba camino de cumplir 25 años de vida dando una oportunidad laboral a personas con necesidades especiales que difícilmente podrán encontrar empleo ahora. Cuesta entender que no se hayan podido buscar soluciones antes de una salida tan drástica y que tampoco las instituciones se hayan interesado por encontrarlas. Al menos no ha trascendido. Pero nunca es tarde para intentarlo. Ni ahora.
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