Brindis al sol
Alberto González Troyano
Los otros catalanes
Demasiado ruido en estos días, ese que no nos deja oír ni nuestra propia respiración, el mismo que nos arrebata la paz necesaria para mirar al cielo y disfrutar del movimiento de los árboles cuando los mece el viento. Ruido ensordecedor de noticias que nadie quiere oír, imágenes de desconsuelo y lágrimas de corazones rotos que quizás nunca sanen.
Demasiado ruido para el amor verdadero, el que no pregunta ni duda ni anhela. Qué sabrá nadie si ni siquiera yo sé de qué hablo: de los amigos, de la familia, de tu pareja o de tu perro. ¿Y el amor a uno mismo? Ese que nos debemos hace mucho tiempo: el amor atrasado, el regalado y no correspondido, el perdido y el que nos han robado.
Demasiado ruido para los que no gritan ni piden limosna, para los que callan cuando todo les ahoga. Un paso, otro paso, mochila al hombro y la casa sin barrer. Latidos desacompasados pidiendo una tregua, no era cierto que podíamos con todo; cansancio acumulado y pocas horas de sueño en un sueño que hace tiempo dejó de serlo.
Demasiado ruido ante tanta belleza, la que se nos escapa entre las manos intentando parar unos segundos. Arcoiris sin espectadores, atardeceres sin aplausos, lluvia sobre una tierra que nadie pisa. En busca constante del silencio que apague la soberbia y la ineptitud que nos rodea, así estamos todos.
El protagonista de la película Días perfectos, Hirayama, se ha deshecho del ruido, ha elegido disfrutar del encanto de lo cotidiano, vivir el presente sin prisas. Leer un libro, pasear, cuidar de las plantas y escuchar música de camino al trabajo: un ejercicio poco entrenado en nuestra sociedad, eso de pararse, respirar hondo, mirar al cielo y pensar en lo afortunados que somos.
Existe una palabra japonesa que designa los patrones de sombras danzantes creadas por la luz del sol al brillar a través de las hojas susurrantes de los árboles: Komorebi. Que le hayan puesto un nombre a cómo el sol se cuela entre las ramas me parece maravilloso. Otra palabra que merece toda nuestra atención es Wabi-sabi, una manera de entender la belleza de la imperfección, aceptando el ciclo natural del crecimiento y la decadencia física. Y nosotros luchando contra la vejez, alegrándonos por parecer más jóvenes y gastando dinero en ácido hialurónico.
Nos estamos perdiendo muchos atardeceres, charlas de café con los que hace tiempo que no vemos, momentos de soledad y quietud. Dichosos los que tienen tiempo para disfrutar del tiempo, puedes pensar. Dichosos los que pueden parar y sentir que no todo está perdido, que hay espacio para la reflexión y la contemplación.
“También aquí habitan los dioses”, les dijo Heráclito a unos viajeros que venían a visitar al gran filósofo y se quedaron perplejos al encontrarlo calentándose junto a un horno de panadero. Lo más cotidiano puede ser trascendente, si uno sabe cómo mirar. Espero que no se te olvide hoy elevar tu mirada hacia el cielo. ¡Feliz jueves!
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