La esquina
José Aguilar
¿Tiene pruebas Aldama?
Hace unas semanas que en Huelva Información viene publicándose una serie, Crónicas de otra Huelva, que rescata textos del periodista onubense José Ponce Bernal publicados en la prensa local en el primer tercio del siglo pasado. Son una muestra de la realidad de la ciudad y la provincia de entonces, en muchos casos con una vigencia plena que merece una obligada revisión y una profunda reflexión posterior.
Este es el caso de la entrega de esta semana, dedicada a un artículo de 1928 en el que se recogen las aspiraciones de Huelva para lograr la instalación del llamado Puerto Pesquero del Sur, un proyecto del Gobierno de España para potenciar la pesquería y su industria con un gran enclave que prometía dinamizar la economía del territorio en el que se levantase. Para ello se postulaban, entre otros, Sevilla y, sobre todo, Cádiz y Huelva. Y en esa pugna, en la importancia de la inversión por la necesidad existente, en los argumentos y motivaciones, en el escenario interno, en la competencia externa, y en los miedos y las dudas, nos encontramos sorprendentemente (o no tanto) con lugares comunes transitados con las aspiraciones de nuestro tiempo, que son muchas y crecientes, demandas abonadas durante décadas por el mismo olvido que ya se denunciaba entonces, 95 años atrás.
El escrito de Ponce Bernal no tiene desperdicio y debe ser de obligada lectura para aquellos a quienes inquieta el futuro de Huelva y sus reivindicaciones históricas, como las infraestructuras de comunicación, tan pobres, prácticamente, como cien años atrás. Entonces, con motivo de aquella dotación portuaria, se hablaba de un “momento decisivo y trascendental” para Huelva, en el que estaba “en juego el porvenir” del territorio onubense. “En este momento vital”, escribía el periodista, “no caben partidismos ni apasionamientos, ni maquinaciones de ninguna índole, sino el cometimiento pleno y sincero al interés de la ciudad”.
Ese 22 de abril de 1928, domingo, como hoy, escribía sobre una reunión convocada ese día en el Ayuntamiento de Huelva para abordar un “problema fundamental para la ciudad”, y de la que debía abordarse con determinación la forma de proceder en la gestión en Madrid para la defensa de la candidatura onubense. “El paso que ya va a darse merece que la Corporación Municipal y la opinión pública obren con clara conciencia de sus funciones y de sus responsabilidades”, apuntaba Ponce Bernal.
En frente, entre la competencia, el fantasma de Sevilla también estaba presente: “...en estos últimos tiempos todas las aspiraciones onubenses han tenido como meta o tope aspiraciones similares sevillanas”. Y pese a la proyección desde Huelva de una posible “monomanía persecutoria, envidia y disgusto del bien ajeno”, el periodista aseguraba que no había “recelo a la vecina capital” por ser “merecida” su “legítima importancia industrial y económica”. Y más que eso, justificaba que “la necesidad nos impone la diaria pelea, esta escaramuza continua si no queremos que Huelva quede completamente absorbida y anulada”. Para ello, además, quizá aprender del ejemplo de los vecinos sevillanos, de su mayor fuerza y decisión: “Todos los proyectos, todas las esperanzas de Huelva se frustran porque en Sevilla hay proyectos y esperanzas análogas, y, desde luego, más decisión, más patriotismo, más fuerza para traducirlas en realidades”.
Hace un año pasábamos por una situación muy parecida, cuando Sevilla y Huelva concurrían a la designación de la sede de la Agencia Espacial Española, con innegables argumentos onubenses históricos y sentimentales, aunque más contundentes, poderosos y prácticos los sevillanos. Pero la competencia con nuestra vecina, u otras, no debe ser el foco más que la anécdota puntual, según los casos. Sí debe serlo en el ejemplo de la fuerza y la unidad de acción que vemos en ella, y que debería aplicarse con la misma intensidad y vehemencia en la onubense.
Releer ahora este texto de abril de 1928 es constatar la sospecha de que poco ha cambiado Huelva en 95 años y que los problemas actuales son los de entonces, de los que nada aprendimos ni mejoramos. Más que mirar fuera hay que mirar dentro, aquí mismo, sin salir de la provincia y sin necesidad de culpar a otros de lo que una y otra vez sucede sin que en algún momento, al menos por una vez, se alcance un objetivo alto de justicia para Huelva. Parece claro que del lamento no sale nada bueno, más que hartazgo y hastío, y un endeble eco asumido por la mayoría de onubenses. Nada que empuje hacia adelante y todo para retroceder y sin freno.
Sólo un año antes de ese artículo de José Ponce Bernal, en 1927, la prensa onubense también se hacía eco de la concesión a Huelva y a su Puerto del “establecimiento de un aeropuerto” por parte del Gobierno. Escribía sobre ello en primera plana el periodista, y también presidente de la Junta de Obras del Puerto, Tomás Domínguez Ortiz, feliz por el éxito de las gestiones realizadas por la “autorizada voz de la Junta”, sumado a que “nuestro ilustre paisano, el ministro de Marina, apoyase nuestro derecho”.
“No basta que la razón nos asista; es indispensable exponerla oportunamente. A Huelva perjudícale su excesiva modestia y timidez: se esconde, humilde como la violeta y pasa por ello desapercibida casi siempre, a pesar de que, como esta delicada flor, es tan bella”. Muy familiar para la Huelva actual lo que cuenta Domínguez Ortiz, que seguía, clarividente: “Los gobernantes necesitan que las provincias les expongan sus necesidades y les manifiesten las bases sobre las que fundamentan sus derechos. Cerca tenemos un ejemplo que imitar: Sevilla, siempre insaciable en sus peticiones, que tan buenos provechos le proporcionan”. La familiaridad del discurso continuaba.
Hay definitivamente un aprendizaje fallido de la experiencia pasada, que ya nos mostraba el camino y las fórmulas que seguimos sin aplicar. De ahí la necesidad urgente de análisis y de conjura para la nueva encomienda. La acción, única y sólida, parece la única salida, y qué mejor argumentario que el que ya se manejaba cien años atrás. Demoledor.
Por cierto... el Puerto Pesquero del Sur se concedió a Huelva en 1930, con presupuesto de ejecución inmediata de 1931, aunque hasta 1945 no se aplicó. Del aeropuerto otorgado a Huelva en 1927 por el Gobierno nada más se supo, y de hecho sigue siendo la única provincia costera española, junto a Lugo, sin aeródromo, por más que existe un proyecto privado parado hace años por el Ministerio de Transportes sin más justificación. Aunque de eso habrá que hablarle también al nuevo ministro, por aquello de que “los gobernantes necesitan que las provincias les expongas sus necesidades”.
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