Brindis al sol
Alberto González Troyano
Los otros catalanes
Hace ya doce años (el 31/X/20212) publiqué en este mismo periódico un artículo llamado “El Ecologista Incómodo”. Elogiaba a esos ciudadanos obstinados y comprometidos que llevan años siendo los “quijotes” de sus comarcas, y que tanto para detractores como para defensores se caracterizan por ser, fundamentalmente, incómodos. Si les soy sincero, una de las personas en las que me inspiré para glosar la figura de tan particular personaje fue en la de Juan Clavero, el insigne miembro de Ecologistas en Acción al que le metieron cocaína en su furgoneta cuando defendía la accesibilidad de los caminos públicos en la provincia de Cádiz. En estos días se juzga a los secuaces que perpetraron aquella aberración, posiblemente instigados por la Sociedad Breña del Agua Investments S.L, la empresa con mayor número de propiedades de fincas en el parque natural Sierra de Grazalema y contra la que se había manifestado Clavero. Si se confirman las acusaciones y la investigación de la guardia civil, el ecologista pasó de ser incómodo a ser el enemigo, y este artículo escrito en 2012 donde advertía de campañas para desacreditar las denuncias de ecologistas se habría quedado muy corto.
Juan Clavero ha visto cómo quemaban su coche tras enfrentarse a Puerto Sherry y ha sido diana frecuente de todos aquellos a los que molestaba, pero nunca había sufrido una treta tan sucia, propia de organizaciones mafiosas, que podría haberle enviado a la cárcel. Es un ejemplo vivo de lo que pueda dar de sí el choque de intereses entre capitales destructivos y luchas ambientales, y, sobre todo, cuando la justicia no interviene de manera decidida para preservar nuestro patrimonio colectivo. Son muchas las amenazas que tiene nuestro entorno privilegiado; sólo Doñana vive amenazada por la sobrexplotación de acuíferos, la pérdida de bosque autóctono, la falta de tratamiento de aguas residuales o el empeño en las grandes infraestructuras. Lo mismo podemos decir de nuestros ríos, de las marismas cercanas a la capital o de nuestra sierra; tesoros en peligro de desaparecer por el modelo de desarrollo imperante ¿podrían sufrir los ecologistas incómodos onubenses o de cualquier región andaluza la misma persecución? Es posible, la presión sobre los ecosistemas es insoportable, pero estoy convencido de que estos ciudadanos tan obstinados no van a detenerse. Gracias, adelante.
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