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Es extraño que el Gobierno ponga más energía, tiempo y medios en justificar con mentiras y manipulaciones sus políticas más discutibles que en volcarse en la defensa de sus políticas más solventes y exitosas. Por ejemplo, en la política europea e internacional (Ucrania, Oriente Próximo) y, sobre todo, en la económica.
Hace falta ser muy sectario. fanático o ignorante para negar que la economía española va bien. En estos años ha bajado el desempleo, ha habido récord de afiliados a la Seguridad Social y ha aumentado la renta nacional. El FMI y la UE pronostican crecimientos por encima de la medida europea. La OCDE nos augura, finalmente, un estirón del PIB de hasta un 3%: casi cuatro veces más que la media de la zona euro. Todo esto significa trabajo y prosperidad. Los ministros del ramo, tanto Calviño antes como Cuerpo ahora, han brillado como gestores muy por encima de sus compañeros, en general más fieles que ineptos. Han enfocado la crisis acumulada de la pandemia, la guerra de Ucrania y la inflación con sensatez y eficacia.
Pedro Sánchez puede presumir de que con él la economía española va bien. De hecho puede ser la mejor baza para frenar su desgaste en este primer año de su segunda legislatura y darle la vuelta a las encuestas (mejor eso que fingir que se cree las que le cocina el compañero Tezanos en el CIS). Las elecciones se ganan o pierden muchas veces por el bolsillo y son bastantes los ciudadanos que, con toda legitimidad y derecho, deciden su voto en función de cómo ha marchado su economía familiar con el gobernante vigente más que atendiendo a otros criterios y problemáticas.
Que conste que esta etapa de auge económico no ha ido acompañada de un avance paralelo en la gran seña de identidad del socialismo: la lucha por la igualdad. Los datos están ahí. Desde 2018 la distancia entre ricos y pobres se ha agrandado, hay más familias en riesgo de pobreza severa, la vivienda en propiedad o en alquiler se ha hecho inalcanzable para millones de jóvenes, el sistema de pensiones no tiene garantizada su sostenibilidad a medio plazo y niños y adolescentes salen de las aulas –el gran ascensor social– insuficientemente preparados para afrontar un mundo cada vez más complejo y competitivo. Son carencias cuya solución no depende de un solo gobierno, claro, pero que este Gobierno no ha combatido lo suficiente. Bien la economía, suspenso en igualdad.
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