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Afinales del siglo XIX, Rubén Darío –que, además, de gran poeta, fue excelente crítico– recogió en un volumen las semblanzas de una veintena de escritores en su mayor parte europeos. Lo tituló de manera acertada Los raros, y el libro –reeditado numerosas veces– a su calidad literaria, añadía el valor del sutil criterio que había determinado su selección. A todos aquellos autores los unificaba un rasgo: por un motivo u otro habían cultivado alguna rareza que los diferenciaba del resto de los ciudadanos. Y esa peculiaridad, según Darío, fue la que les inclinó a escribir, como una forma de dar salida y sublimar el hecho de sentirse distintos. Una teoría similar había llevado a otros historiadores a proponer el saturnilismo como la clave que empujaba a los artistas a pintar. Pero pasado el tiempo, transcurrido más de un siglo, ya resulta difícil averiguar cuál es la rareza que moviliza y distingue a un escritor contemporáneo. Exhibir rasgos diferentes, incluso en la forma de vestir, ya no es suficiente. La uniformidad se ha impuesto y el escritor sin atributos, como diría Musil, prevalece e identifica a los que quieren ser incluidos en los llamativos rangos que dan fama literaria. Aquellos otros, extraños, olvidados, excluidos y malditos, que sacó, gracias a su libro, del silencio Rubén Darío, hoy serían difíciles de encontrar y encumbrar. Sin embargo, por fortuna, algunos resisten, sin dejarse tentar para acudir a los variopintos espectáculos públicos en los que hay que ejercer siempre el mismo papel previsto. Y entre estos escritores, orgullosos todavía de su rareza, y dispuestos a mantenerla, en Andalucía existe, cuando menos uno: Juan Bonilla. Apostando y cultivando su singularidad en solitario, sin reclamar ese reconocimiento que es la trampa que confunde y pierde a todo buen escritor. Si acaso, algún día llegará ese nuevo Rubén Darío que sabrá valorar su producción, una obra literaria imprevisible, elaborada desde sus inicios como un claro y expuesto desafío intelectual y, a su vez, como un divertido medio para satisfacerse a sí mismo y a un reducido grupo de amigos que, tal como está el mundo, es a lo más que se puede aspirar. Un dato más que añadir a su rareza: ha publicado su más reciente libro, Simios apóstoles, en una editorial, Athenaica, a la que caracteriza esa misma peculiar apuesta. Con este cuaderno de apuntes y antología de reflexiones y ocurrencias de Juan Bonilla, se puede comprobar cuánta sabiduría y buena pluma almacena la escritura de los pocos raros que, por fortuna, todavía andan por el mundo sueltos.
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