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Por montera
Mariló Montero
Son más, pero con menos huella
Como algunos sabrán, no suelo escribir sobre cuestiones relacionadas con mi profesión. No obstante, y ante la celebración del Día Mundial contra el Cáncer, tras muchos años, por mi Especialidad, de lucha contra el mismo en las enfermedades de la sangre, me veo en la necesidad -por vocación y por disconformidad con algunas líneas de acción política- de hablar sobre ello, sumándose al lema de este año: “Más datos”, por la vía de la prevención, fortalecimiento de los recursos investigadores y la educación sanitaria precisa para hacer una vida saludable. Es, por ello, que basaré esta reflexión en el guión de la conferencia que dí hace un par de meses en Madrid, en el Congreso Iberoamericano de GEPAC (Grupo Español de Pacientes con Cáncer). Dicha conferencia la titulé: “Un futuro esperanzador: responsabilidad de todos”.
Pude a la vista del título propuesto, pasar revista a cómo valoro personalmente la situación de la lucha contra un enemigo, el Cáncer, que solo da la cara cuando ya ha fijado una posición dominante en nuestro organismo. Así, pude hablar del valor de la Innovación Terapéutica de todos los perfiles que de ella se derivan y las expectativas inmediatas que nos ofrece. Naturalmente, siendo consciente de la limitación de los recursos, tanto del Sistema, como propios y con la obligatoriedad de establecer una estrategia multidisciplinar de atención sociosanitaria. No podemos olvidar el protagonismo imprescindible del SNS, vía inversiones en investigación y desarrollo; acceso equitativo a los tratamientos en todo el territorio y como decíamos en prevención y educación sanitaria. Como tampoco, dejar al margen a los pagadores: Seguridad Social y Seguros de Salud, para conseguir una cobertura integral, una gestión eficiente y eficaz de los recursos, así como campañas necesarias de cribado y prevención. Indiscutibles, hablando de los profesionales sanitarios, el elemento VOCACIÓN, punto de partida para con la formación continuada y el acompañamiento emocional, centrar toda la atención en el paciente complementada con la tecnología, pero sin caer en la “Tecnolatría” porque “no debemos tecnologizar el humanismo sino humanizar lo tecnológico”. Dicho esto lo fundamental y prioritario: la PERSONA, circunstancia y condición suprema del paciente que obliga a su participación activa, tras información veraz, en las decisiones relacionadas con su proceso. Junto a ello, los familiares y el entorno, elementos de acompañamiento emocional y activo, además de aprendizaje en cuidados prácticos. Por fin, la sociedad en general, reduciendo prejuicios y estigmas, al tiempo que se promocionan la solidaridad y el voluntariado. Finalmente y como defensor del humanismo que tanto se proclama y poco se defiende, decirle a los sanitarios y a mis colegas médicos, en particular, lo que W. Osler: “El buen médico, es el que sabe tratar la enfermedad del paciente. El médico excelente es el sabe tratar a la persona que padece la enfermedad”.
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