Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Los que manejan el mundo
La aldaba
Tellado es el hombre de máxima confianza de Alberto Núñez Feijóo, el partido que ganó las elecciones y el que se supone que está llamado a gobernar este país cuando caiga el sanchismo. Es el jefe del grupo parlamentario, el máximo responsable y el que decide protagonizar un vergonzoso show al exhibir las fotos de socialistas asesinados por ETA en el Pleno en el que se debía debatir sobre inmigración y en el que se acabó confrontando sobre terrorismo. Hizo muy bien el PP en asumir el error de avalar la excarcelación prematura de asesinos, después de lo cual debió evitar la sobreactuación. En cuestiones de terrorismo, materia sensible donde las haya, no hay que perder de vista la necesidad de promover la memoria, la dignidad y el honor de las víctimas. Y acto seguido las exigencias de perdón, reparación y, sobre todo, la colaboración en el esclarecimiento de más de 300 atentados sin resolver. No debió Feijóo dar carta libre a su paisano. No era necesario después de que él mismo asumiera el error, al igual que no debe cesar a nadie porque sería asumir que el PP tiene culpa en que haya salido adelante una iniciativa que de todas formas hubiera prosperado sin el aval negligente del PP. El centro-derecha le ha hecho un regalo al Gobierno y, además, ha venteado el error propio con sobreactuaciones gratuitas. Cuando se mete el pinrel es mejor sacarlo cuanto antes, pedir disculpas y poner punto final. Hacer entrar a Mari Mar Blanco para sentarse junto a Feijóo mientras tenía el turno de palabra el peor presidente del Gobierno de la democracia es un error de manual propio de la política de márquetin que todo lo emponzoña. Es el reconocimiento de que se ha cometido un error gravísimo, tanto que será una pesadilla durante un buen tiempo para el PP. Recuerdo un alto militar que siempre aconsejaba que en caso de evidente riesgo –provocado por negligencia propia o por causa ajena– lo más aconsejable es quedarse “absolutamente quieto”, cosa que él y su esposa hicieron a bordo de un tren ante un estruendo que provocó la parada del convoy en el que viajaban camino de Madrid. Alguien en el Grupo Popular debió parar los planes de sobreactuación: “Alberto, hemos metido la pata, pidamos perdón y quedémonos quietos”. El exceso de proactivismo ha sido letal, probablemente explicado porque ni en el mismo PP saben la causa de la negligencia. Y hasta en el PSOE reconocen que estas cosas le pueden pasar a cualquiera. Pero exhibir la fotos de asesinados sin el permiso ni el conocimiento de sus familiares es censurable y de mal gusto. Tanto como las terribles náuseas que provoca que Sánchez se entienda con los tipos de Bildu, el asunto clave del que no se ha hablado como debiera.
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