La otra orilla
Gonzalo Revilla
Sentarse en una duna
Su propio afán
Iván Espinosa de los Monteros, ex portavoz de Vox, ha concedido una enjundiosa entrevista, como suya, a El Mundo. Sugiere que el espacio entre el PP y Vox no debería abrirse en un abismo, porque la prioridad es desalojar a Sánchez, que es el anhelo común de la mayoría de sus sendos votantes.
Quien más interesado estuvo y está en marcar distancias es el PP. En las generales, nada fue tan decisivo para la derrota más votada de Feijóo que su desconcertante afán por distanciarse de Vox, con el que todos sabíamos que tendría que pactar. El gallego había comprado a Sánchez la táctica de demonización de la derecha, pegándose un tiro en el pie. El pivotante Bendodo, el episcopaliano Pons, el vivaracho Semper, el sostenible Almeida, la oficiosa Gamarra y el sentimental Moreno siguen con el tic nervioso de espantarse de Vox.
¿Aboca eso al abismo del que advierte Espinosa? Lo invoca, sí, pero aún puede sortearse. Aunque por detrás en el espacio, la fortaleza de Vox es triple: todas las encuestas lo muestran imprescindible para la suma con el PP, el contexto internacional fortalece su mensaje y el auge en el voto joven le da hilo a su cometa. El tiempo corre a su favor. Razón por la que Vox tiene que medir las distancias, y vencer la tentación de responder al desdén de Feijóo dándole la espalda.
El espacio que no hay que abrir no hay que cerrarlo con concesiones, sino con pactos. Para lo cual, Vox debería proponer un pactómetro, estableciendo qué medidas, en orden de prioridad, serán imprescindibles para contar con él en un gobierno, dependiendo de su porcentaje de voto. A más votos, más medidas suyas inexcusables. Eso dejaría claro que: 1) se quiere pactar, 2) no a cualquier precio y 3) qué se va a conseguir en concreto si se vota a Vox. Un votante inercial del PP, si ve que una reforma que considera imprescindible depende de que Vox llegue, pongamos, al 20%, se animaba seguro al voto útil, pues sabría que habría pacto para echar a Sánchez y que, si el PP no lo necesitase, no iba a cumplir aquello motu proprio.
Cabe que el PP no aceptase un modelo tan geométrico y prefiriese aguantar en su agenda con una gran coalición con el llamado PSOE bueno o una pequeña con Junts y PNV. Pero entonces el desgaste de no pactar caería a plomo sobre sus espaldas. Habría perdido el espacio. Y el reloj –que ya corre a favor de Vox– se embalaría.
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