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Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La España del chantaje
DEMASIADAS veces, el primer partido de España, que hoy por hoy es el PP –aunque la deriva iliberal del Gobierno para impedir la alternancia democrática le sitúe en la oposición siendo el más votado–, es aceptar el marco mental en el que trata de situarle el partido que aún usa las siglas del PSOE, en el que no hay más principio que la permanencia en el poder aun sin gobernar.
En el estado de máxima debilidad en el que está ese partido y este Gobierno, su interés es menoscabar el liderazgo alternativo para ocultar las miserias del propio: en cualquier democracia homologable a lo que debería ser la española un primer ministro cercado por los casos de supuesta corrupción de proximidad (cónyuge, hermano, colaboradores políticos) habría dimitido.
Un ejemplo palmario de aceptación de ese marco mental se ha dado con la gestión del voto a un fracaso del Ejecutivo, su incapacidad de convalidad un decreto-trampa al resto de partidos que el Congreso tumbó.
El PP acepta con demasiada facilidad el discurso que el aparato propagandístico del que dispone el Gobierno jalea cuando Pedro Sánchez está en verdaderas dificultades. Y acaba enredado en si cabe cuestionar el liderazgo de Alberto Núñez Feijóo por apoyar el nuevo decreto impuesto por Junts. Se invierte la carga de la prueba. Son los socios de investidura quienes tienen que respaldar al Gobierno y no la oposición. Y es Sánchez quien cambió de criterio –una vez más– y liquidó esa idea machaconamente repetida de que la protección social no se troceaba.
Sería suicida que el PP admitiese que necesita renovar su liderazgo antes de que haya otras elecciones a Cortes Generales, así que prestarse a ese juego es un ejercicio necio. Y que sólo tiene una consecuencia: la prolongación del sanchismo.
El primero que debería tenerlo claro es el equipo más inmediato del propio Feijóo, que parece empecinado en el error. Singularmente, el portavoz parlamentario, el también gallego Miguel Tellado, que nunca ha entendido que Madrid no es Santiago. Ahí si hay una senda que enmendar.
El PP necesita superar la ansiedad por conseguir un adelanto electoral, una quimera. Sánchez sólo convocará si ve una ventaja electoral que le permita seguir en el poder, por increíble que pueda parecer. Y Carles Puigdemont lo último que quiere es que las urnas le arrebaten sus siete escaños decisivos. España vive bajo un chantaje en el que ambos son cómplices: chantajista y chantajeado, quien además paga con los bienes –materiales e inmateriales– que son de todos.
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