Esperando a que madure el aguacate

04 de julio 2024 - 03:07

El poder ese de hacer la compra con vistas a un mes no me ha sido concedido. Me muevo por impulsos; quizás porque tengo el supermercado muy cerca de mi casa, quizás porque no tengo que alimentar a la prole, o porque mi cabeza no está preparada para organizar ni pensar en eso y menos si no tengo hambre en ese momento. En lo que sí tengo medalla de oro es en improvisación culinaria, seguramente por la carencia de la que os acabo de hablar: puedo sacarte un plato delicioso con media cebolla, un ajo seco y el pan que te sobró de ayer.

Las madres y/o padres que llevan la carga de pensar, comprar y cocinar la comida de su progenie son unos genios, tienen todo mi respeto y admiración. Si además de hacer esto trabajan y limpian los baños cada dos días deberían cobrar una paga extra cada mes. He dicho madres y padres por quedar bien, pero todos sabemos que estas tareas las llevan en mayor medida las mujeres. Hombres compartiendo esta carga... Haberlos haylos, y cada vez más, afortunadamente.

Yo hay días que he comido lo mismo por la mañana, a medio día y por la noche: teniendo pan y leche no necesito nada más. Aunque a veces me acuerdo del aguacate, que con un tomatito y un poco de jamón hacen que suba el nivel de la tostada, aunque el pan sea de hace dos días.

Pero mis compras de supermercado por impulsos son incompatibles con los aguacates: los suelen vender verdes, más duros que el cemento. Tienes que comprarlos y no sabes cuándo vas a poder disfrutarlos. Cada día pasas por su lado, los toqueteas y los vuelves a dejar en su sitio porque siguen prietos como el acero. No tengo control sobre ellos, ninguno. Cuando ellos quieran estarán listos. No puedo comerme la tostada de aguacate hasta que no les den por madurar; ¿los dejo fuera de la nevera? ¿Los dejo dentro? He comprado un paquete de cuatro, ¿me los tengo que comer todos a la vez? Porque otra cualidad que tienen los hijos de frutis es que una vez maduros sólo tienen un día o dos de esplendor, si es que los abres cuando debes: después empiezan a oscurecerse. Y da un coraje partirlos tras haberlos manoseado durante dos semanas y que no estén en su punto…

Yo no me explico cómo lo hacen en los restaurantes y cafeterías que sirven este producto: tendrán tres cajones para clasificarlos según su punto de madurez y a una persona manipulando cada pieza para comprobar diariamente si están listos para salir al mundo. Así cuestan las tostadas lo que cuestan.

De todas formas desde que me enteré de la cantidad de agua que necesita un aguacatero para crecer y dar frutos se me han quitado las ganas de comerlos; son como adolescentes insolentes que no agradecen el amor y el esfuerzo de unos padres abnegados a los que les chupan la energía cada día que pasa. Y encima tardan mucho tiempo en madurar.

Pues aquí los tengo, a los cuatro, leyendo el periódico y esperando a que les llegue la hora. Iré al súper a comprar un tomate y jamón york; no sé si mañana será mi día de suerte. Dicen que “lo que vale la pena, vale la espera”: tremenda tontería. ¡Feliz jueves!

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