Caleidoscopio
Vicente Quiroga
Natividad
En el aire flota un aroma de incienso que lo llena todo, y llega hasta el corazón para darle más fuerzas a los latidos que, jubilosamente, presienten la llegada de un día único y memorable.
Ya faltan pocas jornadas. Se intuye la Navidad. El Adviento termina en la luz esperada, hecha realidad. Dios va a volver a nacer.
El Gloria in Excelsis Deo casi resuena en los altares y nuestras almas quieren llenarse de un compás que hace huir a la soledad.
Alrededor de la tradición hogareña los niños, madre y gozo de la vida, alegramos la espera...
Llega la Noche Santa y nuestro espíritu se prepara para recibir la luz de una realidad eterna surgida en un Niño-Dios, en la humilde cuna de una creencia, que mantiene viva la fe. La Navidad se acerca y la dicha, con alas de alegría en las fiestas de estos días, tiene que romper el tedio de una monotonía que se ha hecho larga en la espera, para abrir las puertas de nuevas ilusiones que se renuevan en oraciones al son de canciones ancestrales, con el ritmo hondo y ronco de la zambomba, sacudido por el tintineo de las panderetas.
Cada tiempo de gloria litúrgica que pasa va dejando en la playa del alma y en el eterno y renovado jubilo del corazón, la certeza de un camino que comienza ahora, para llegar a otro tiempo en que se abrirá, por nacer hoy, la triunfante Redención del mañana. Hay que soñar y, calladamente, entrar en el misterio de la Nochebuena, como el sol que espanta con sus rayos a las tinieblas, para encontrarnos con una Sagrada Familia que con su ejemplo nos brindará, como lo hizo el anuncio de la Estrella a los Magos, el camino para la vida.
La Navidad está ya muy cerca y comprendemos que ella es algo más de unos villancicos llenos de sones musicales. Algo que, en suma, enamora la poesía que brota del corazón.
Para algunos estas celebraciones pasarán escondidas en la tristeza del dolor, de las penas humanas, del olvido intencionado ante tantos problemas… Recordemos que hace miles de años unos ángeles se adelantaron para anunciar la Buena Nueva, para pregonar la Paz, para derramar el Perdón entre el género humano, para rociarnos la vida con el agua redentora que vence la sed del alma.
Mirando a la Estrella que camina hacia Belén, quisiera acercarme con ella al Portal donde nace el Amor, para pedirle al Niño, recién nacido, para que vuelva al mundo la comprensión, la solidaridad, la fe, ese amor que los hombres, las ideas, las sangrientas batallas, están destruyendo, para que el País de Jesús vuelva a la calma, para que se alejen los odios, para que los niños envueltos en las llamas de la muerte, vuelva al tener la mirada inocente que van perdiendo en el horror de la guerra.
Llega la Navidad. Elevemos al cielo la más bella oración y pidamos Paz para los hombres de buena voluntad.
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