Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Todo lo que era sagrado
La ciudad y los días
Nunca estuvieron todos. Con las pérdidas que el paso del tiempo conlleva tendemos a pensar que hubo unas navidades perfectas en las que no faltaba nadie. Dickens expresó magistral y conmovedoramente lo que todos sentimos –porque es privilegio de los genios poner en palabras los comunes sentimientos que nos hermanan, pero no somos capaces de expresar– en Lo que es la Navidad a medida que envejecemos: “Hubo un tiempo en que muchos de nosotros no echábamos de menos ni buscábamos nada fuera de la Navidad, porque ésta encerraba, como dentro de un círculo mágico, todo nuestro mundo limitado; porque ella reunía dentro de sí todos nuestros gozos, afectos y esperanzas hogareños; porque agrupaba a todo y a todos en torno del fuego navideño”.
En aquellas navidades en las que, si la vida no había golpeado demasiado pronto, no echábamos a nadie de menos había ausencias, claro que las había, que hacían que algún adulto se quitara con disimulo una lágrima para no empañar la alegría de los demás. Nuestra felicidad se construía sobre la generosidad, la voluntad y la entereza de quienes ponían por delante de la pérdida de sus seres queridos la presencia de otros pequeños seres y por delante de su pena, la felicidad de los otros. ¿Era todo, entonces, engaño? No. Porque también tenían fe y creían que el Niño cuyo nacimiento se celebraba dijo, llorando la muerte de su amigo Lázaro como nosotros lloramos las de nuestros seres queridos: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá”.
Esta fe está presente en Dickens. “¿Debemos llegar –escribe– a la conclusión de que la vida es poco más que un sueño, de cuán poco importantes son nuestros amores y nuestras luchas? ¡No! ¡El día de Navidad alejemos de nosotros esa mal llamada filosofía, querido lector! ¡Que esté más cerca de nuestro corazón el espíritu navideño, que es el espíritu de la utilidad en el servicio, de la perseverancia, del animoso cumplimiento de nuestro deber, de la amabilidad y de la tolerancia!... ¡Ciudad de los Muertos, en el nombre bendito en torno al que nos reunimos en esta fecha, y ante la divina presencia que nos acompaña según Su palabra, recibiremos, en lugar de ahuyentar, a quienes amamos y ahora son tus habitantes!... ¡En la hora de la esperanza inmortal, en el cumpleaños de la misericordia inmortal, a nadie apartaremos de nosotros!”. Feliz y cristiana Navidad les deseo.
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