Desde la Ría
José María Segovia
Gran orquesta
Envío
Hubo un tiempo, lejano en España pero no tanto en otros países, en el que, legalmente, el testimonio de un hombre ante un tribunal era valorado según la religión que profesaba. Aquello sucedía en el idílico al-Andalus de los indocumentados, cuando ser cristiano o judío, si contendías con un mahometano, prácticamente te condenaba de entrada. Los “protegidos”, que era el nombre que recibían judíos y cristianos en aquel mundo feliz, tenían tan asumida su miserable condición que recurrían a la compra de testigos musulmanes, aunque el mejor expediente para evitarse mayores disgustos era abstenerse de cualquier pleito, aun a costa de su derecho.
Los actuales debates políticos me recuerdan aquellos juicios. No sólo el candidato de la izquierda contará siempre con un plus de credibilidad, aunque todo el mundo lo sepa mentiroso contumaz, sino que, además, lo que se puede esperar de los jueces, es decir, de los moderadores del encuentro, es que siempre y sistemáticamente lo favorecerán. Es algo tan asumido que los candidatos de la derecha, en cualquier elección, ya ni siquiera se asombran ni mucho menos protestan del atropello. Si lo hicieran, podrían salir aún más perjudicados.
Acaba de suceder en Estados Unidos, con ocasión del único debate previsto entre Kamala Harris y Donald Trump, a la vista de todos y sin que la actuación de los dos periodistas participantes haya provocado apenas reproche pese a su evidente parcialidad. La queja de Trump de que ha tenido que debatir contra tres a la vez no ha hecho más que aumentar el indisimulado regocijo de muchos comentaristas. ¿Qué te creías, cabronazo?
Que Trump haya salido vivo de la encerrona de la ABC News, algo así como si la SER organizara aquí el debate entre Sánchez y no importa quién, habla mucho de sus cualidades pugilísticas, pero importa aún más a su campaña que, a pesar del casi unánime veredicto contrario de los medios, el apoyo de sus potenciales votantes no haya sufrido merma alguna. Harris, con todo a favor, no fue capaz de tumbarlo, como sí hiciera Trump con Biden hace unas semanas. Kamala ha pasado en mes y medio de ser el peor vicepresidente que se recuerda a la gran estadista que nos pintan. Su vaciedad, evidenciada en el debate, ha sido perfectamente descrita por Carlos Esteban: “Harris es meramente un holograma para los demócratas, una mujer no blanca genérica que no es Trump”.
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