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Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Miras estrechas
Quizás
Los humanos siempre queremos lo que no tenemos, y rara vez nos conformamos con lo que somos, que es el ingrediente esencial de la felicidad. Quienes gozan de popularidad, lo cual conlleva un sinfín de beneficios, se quejan de los problemas que les acarrea estar bajo el escrutinio público. La fama obliga a mantener una determinada imagen, y cualquier error puede ser criticado ferozmente. Tener que cumplir con lo que la sociedad cree que eres, debe de ser sencillamente agotador. Además, la mayoría de los famosos terminan por aislarse asustados, porque les resulta difícil discernir entre aquellos que se les acercan por verdadero interés, y los que lo hacen por su fama. Esto les dificulta mantener relaciones estables, sobre todo aquellas de carácter romántico, ya que se encuentran bajo la constante atención mediática. Pero si hay algo tremendo unido al hecho de ser conocido, es que dejar de serlo conlleva un desafío que muy pocos soportan.
Lo peor de tener éxito, consiste en que hay que volver a tenerlo. Mantener la relevancia con el paso del tiempo en una sociedad que valora lo nuevo más que cualquier otra cosa, es muy complicado, y muchas celebridades luchan en vano por encontrar su lugar en el mundo, una vez que la fama y los ingresos asociados a ella, desaparecen o disminuyen. Todos estos inconvenientes, conllevan ansiedad y depresiones profundas que complican las vidas de quienes creen, como dijera Oscar Wilde, que “en el mundo sólo hay algo peor que ser la persona de la que se habla, y es ser alguien de quien no se habla”. Por todo ello, los famosos quieren dejar de serlo, al menos un rato, para poder perderse anónimos entre la multitud. Pero si eso les ocurre enferman. Y todos los demás deseamos disfrutar de los cinco minutos de gloria que Andy Warhol prometió que algún día tendríamos.
En las facultades de Periodismo, hace años los estudiantes soñaban con ser corresponsales. Ahora quieren ser influencers y celebrities. Para lograrlo, ser conocido es esencial y sinónimo de éxito. Poco importan el rigor o la verdad, se trata de llamar la atención a base de ruido y alboroto. No es la tecnología, ni las redes sociales unidas a ella, la que está destrozando los cimientos de la información y la sociedad de ayer; es el uso que hacemos de ellas como medio exclusivamente para darnos a conocer. La popularidad es vapor que desaparece; lo sólido, lo que queda, es el carácter. Pero sólo miramos a las torres de las catedrales, cuando alguien grita desde ellas y amenaza con tirarse.
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