Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Ha llegado. Es noviembre y está aquí. Una nueva edición. Ya es nuestra; ya es mía. Lo era desde antes de empezar, y lo es desde su arranque. Pero no es mía por su gala inaugural, o por contar con buenos quilates mediáticos. Ni por el recital de Martirio, acunando la voz a ambos lados del Atlántico. Podría ser por ese hermoso discurso de Natalia de Molina al recoger el Premio Luz en su arranque. Emocionante. Con un folio escrito a puño, corazón y tinta entre las manos; el trazo de una mariposa. Una mujer sin máscaras. Una actriz. Pero tampoco. Miro el listado de proyecciones, de largometrajes y cortometrajes compitiendo en distintas secciones, ocupando las salas de los Cines Aqualón o haciéndose dueñas del Gran Teatro y de la Casa Colón. Pero no. Espero, como quien conjuga todos los subjuntivos, que el azar haga que me cruce en alguna calle, en algún bar, o en alguna sala, con Cecilia Suárez, de quien me hice fan absoluto viendo la serie de “La casa de las flores” con su papel de Paulina de la Mora -busquen en la plataforma de streaming adecuada y ya me dicen-. Esta mexicana viene a recoger el premio Ciudad de Huelva, pero tampoco es el motivo. Quizás, pudiera ser, porque ayer tarde en los créditos de unos cortometrajes escolares apareciera mi nombre junto al del alumnado que los hizo posibles. O el que haya una propuesta formativa de lo más interesante, mediante distintas masterclass con los profesionales del séptimo arte que nos visitan estos días. Pero definitivamente, tampoco ninguno de esos es el motivo. Ni el que ocupe la cabecera de los diarios digitales y analógicos, las desconexiones locales de radios y televisiones, o que colonice las redes sociales a las que soy asiduo. Ni el que su sintonía, la clásica o la nueva versión, retintinee en bucle dentro mi cabeza sin dique que frene su cauce.
Aunque junte los motivos suficientes, siempre serán otros. Porque es la cuadragésima novena edición, una detrás de otra, camino del medio siglo, que se dice pronto. Porque es la gran cita cultural de esta ciudad, de esta provincia, amasada y fermentada por el cariño de tantos. Un lujo que regresa cada otoño. Aquí no hay promesas de aves ni abrillantado platino. Esto nos pertenece, me pertenece. Es ya parte del ADN estético. Dejarnos sorprender durante unos días por el celuloide, dejando aparte los cánones hollywoodienses, afianzando el puente forjado entre las dos orillas de un océano. El Festival de Cine Iberoamericano. Nuestro. Mío.
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