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Ignacio Martínez
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La irrupción de la extrema derecha en las instituciones y en la vida política de nuestro país, así como el seguimiento que la derecha está haciendo de su ideario para gobernar en comunidades autónomas y en ayuntamientos, está creando un relato homófobo y machista que pone en peligro lo conseguido en igualdad en estos últimos años. Estamos recibiendo mensajes que hablan de la discriminación que sufren los hombres, mensajes que definen como feminazis a las mujeres que luchan por sus derechos, mensajes que niegan la violencia de género, mensajes que criminalizan al migrante pobre, mensajes que hablan de un lobby LGTB…
En muchos ayuntamientos y comunidades autónomas han desaparecido las secretarías de igualdad o han sido sustituidas por oficinas que potencian los toros y la caza. Pero esto sólo sería una forma “extraña” de gobernar si no fuera porque ese mensaje está calando, está formando parte de nuestra vida cotidiana. No es raro escuchar conversaciones en las que se habla de la falta de libertad que tienen los hombres y del cuidado que deben tener al decir algo a una mujer. Sin embargo en esas conversaciones no se habla de las mujeres muertas y asesinadas, no se es o no se quiere ser consciente de la violencia machista, del terrorismo machista.
La consecuencia de esta gotita que va horadando la piedra de la igualdad es que el cuarenta y cuatro por ciento de los hombres españoles cree que las políticas de igualdad han llegado tan lejos que ahora ellos son los discriminados. Ignoran esos hombres que las mujeres cobran menos que los hombres por el mismo trabajo: la brecha de género asciende a cinco mil quinientos euros, que son los euros que los hombres cobran de más. Ignoran también que el paro femenino es un cinco por ciento mayor que el de los hombres. Y, puestos a ignorar, se olvidan de que las mujeres dedican, trabajen fuera de casa o no, el doble del tiempo que los hombres al cuidado de los hijos y del hogar.
Los modelos que promueven la derecha y la extrema derecha son modelos patriarcales hechos desde el resentimiento y se aprovechan del malestar de algunos hombres ante un escenario de plena igualdad que aún no se ha conquistado. Este escenario demanda unidad y lucha. Es peligroso perder lo conquistado. El movimiento feminista debe volver a unirse para ser más fuerte, para combatir el discurso machista que se está instalando, para frenar la gota que está horadando la piedra. La sociedad nueva o es feminista o no será.
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