Brindis al sol
Alberto González Troyano
Retorno de Páramo
CADA vez son menos pero todavía los hay. Y en número suficiente para ser un peso añadido en el lastre que soporta todavía hoy Huelva para avanzar.
Dicen algunos que a Huelva no le hace falta AVE, que hay que ahorrar y que basta con poner nuevos trenes, más frecuentes y con una mayor pisada de acelerador. Dicen también, y esto es preocupante, que no hace falta un aeropuerto en Huelva, que también hay que ahorrar y que ya tenemos dos muy buenos a poco más de una hora, en Sevilla y en Faro. Además, aseguran que tampoco es necesario el desdoble de la carretera N-435 hasta Badajoz: quienes a diario la cogen por trabajo ya están acostumbrados y se la conocen bien, y los que deban ir a Extremadura o venir de allí pueden desviarse hasta Sevilla, que es más rápido y seguro por la Autovía de la Plata. No hace falta tampoco un nuevo puente en el Odiel, que los atascos acabarán cuando estén listas las obras de la iluminación, y luego es cuestión de paciencia en verano, que sólo son tres meses, y tenemos la canoa, además. Y nada de qué preocuparse por tener un Materno-Infantil, estando el de Sevilla tan bien equipado a poco menos de una hora en ambulancia; como para la gente de la Sierra o el Condado, para los que los hospitales de alta resolución, los famosos chare, no deben ser tan necesarios. Y del agua y los embalses seguro que poco hablamos cuando llueva y acabe la sequía. ¿El puente nuevo entre Sanlúcar de Guadiana y Alcoutim?; otro disparate innecesario, teniendo el encanto del paseo en barquita o la pasarela cada año para las jornadas de contrabando. Y dejémonos de museos, que ya tenemos uno que nadie visita, y lo que hace falta es poner uno del jamón, otro de la gamba y el centro de interpretación de la fresa, la frambuesa y el fresón.
El discurso sigue en la misma línea al hilo de cualquier otra reivindicación de inversiones en materia de infraestructuras para la provincia de Huelva. Ni hablar ya de nuevas industrias o minería, aunque supongan más empleo y oportunidades para la economía local que ha habido en los últimos 50 años, y con garantías para el territorio como tampoco las ha habido antes.
Así es como quizá se encuentre explicación a que en los últimos cien años poco haya cambiado la situación en Huelva. Después de la referencia en esta misma página la semana pasada a los escritos en la prensa onubense de José Ponce Bernal y Tomás Domínguez Ortiz en la segunda mitad de la década de 1920, el comentario y la reflexión se han repetido estos días entre los onubenses, que debemos hacer un ejercicio de autocrítica, al mismo tiempo o antes de llevar al exterior nuestra indignación.
Aunque tampoco nos engañemos: el maltrato de la Administración más allá de la provincia, en cualquier caso, existe, es evidente y no tiene justificación. Y lo que menos se debe hacer en esta provincia es comprar, o servir, argumentos que pueden ir en contra de una trayectoria histórica de más de un siglo sin inversiones necesarias objetivamente en Huelva, que son las mismas de que disfrutan en otras provincias de Andalucía y de España. Y no, tampoco debe ser un motivo de peso la menor población onubense, que nunca podrá crecer, ni social ni económicamente, si no se le dota del mismo modo que al resto y se le equipara en oportunidades a otras zonas del país. Ahora que tanto se habla de desigualdad territorial, Huelva tiene un máster en esa materia y mucho que reclamar por encima de otros que alzan más la voz para suplir la falta de argumentos tan sólidos como los onubenses. Y de eso en esta provincia también hay que aprender mucho.
El tren de alta velocidad, que es símbolo de las reivindicaciones de Huelva en materia de infraestructuras, es buen ejemplo de ello. La red de AVE en España es la segunda mayor del mundo, tras China, y en 30 años ha llegado ya a una treintena de provincias españolas, con una inversión hasta el momento de 65.000 millones de euros. Este moderno tren llega a ciudades y provincias como Zamora, Orense o Huesca, con menor población que Huelva, pero también sin su peso estratégico, por cuanto la onubense destaca por su valor para la industria y la minería, y la logística portuaria, acentuada por su condición costera y fronteriza con Portugal. Ni su inclusión en el Corredor Atlántico ferroviario europeo, con su conexión clave con las islas Canarias, parece que sirve para que se agilice la llegada del nuevo trazado doble de ancho europeo, fundamental para el desarrollo económico de la UE con los importantes proyectos energéticos que vienen en camino a este entorno portuario onubense.
El segundo estudio de detalle de la línea de alta velocidad Sevilla-Huelva, repetido tras la caducidad de la Declaración de Impacto Ambiental del primero, proyectado hace más de veinte años, contemplaba seis posibles trazados con una longitud de entre 94,3 y 96,4 kilómetros, con varios viaductos, falsos túneles y un túnel de 1.850 metros, que elevaban el coste de licitación de la obra a un mínimo de 1.090,19 millones y 1.225,70 millones de euros. Eso fue cuando se redactó ese documento, que ya va por el lustro, paralizado como luego quedó en el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico que dirige Teresa Ribera.
Lo último que trascendió desde el Ministerio de Transportes es que habría que hacer un nuevo estudio de detalle, nuevo trazado, dilatando la espera, agravándose la coyuntura económica con mayores costes por conflictos internacionales y otras circunstancias. Y mientras, siguen las obras en los trazados de alta velocidad en Asturias, Almería o la Y vasca, y se ejecutan tramos de cientos y miles de millones en orografías más complicadas que precisan de elementos de mayor envergadura, como el fabuloso (y necesario) túnel de Pajares, no se sabe nada ni del AVE a Huelva ni de los 1.300 millones de euros que costaría en total (seguro que ya más), a repartir en distintos ejercicios por tramos.
Parece que han volado, como si se los hubieran llevado, al tiempo que siguen anunciándose nuevas inversiones millonarias para la alta velocidad, o para líneas de metro y la SE-40, aquí al lado, sin ir más lejos. Y no es que la necesidad en Huelva deba mermar la de los vecinos, pero sí que debe ser considerada, y no postergada, para no acentuar ese desequilibrio territorial que, seguro, esta provincia sufre más que ninguna otra. El tiempo apremia en el caso del ferrocarril, con 2030 ya a la vuelta de la esquina.
Si hay 1.300 millones que han volado a cualquier otra parte y es un problema para acabar con el aislamiento que sufre Huelva, no los ha habido nunca ni son necesarios para ese aeropuerto que otros creen superfluo por los de Faro y Sevilla. En este caso la inversión prevista es menor y por cuenta de inversores privados, sin presupuesto público. Por eso ni debe preocupar a la Administración ni a los descreídos de este tipo de infraestructuras, partidarios de que Huelva pague ahora por los errores y el despilfarro cometido por otros, en otros sitios, en el pasado. Así sigue el parón, la falta de desarrollo y el conformismo en una tierra que debe desprenderse de complejos y aprender ya a ser ambiciosa.
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