El arengario

Olga / Guerrero Chamero

La gubia de José Oliva

26 de febrero 2013 - 01:00

YA es hora que desde esta tribuna recuerde a los artesanos y artistas que hicieron posible nuestra Semana Santa. Perdidos en la memoria y menospreciados bajo el peso de los grandes artistas del siglo de oro y de la segunda edad dorada de la imaginería sevillana de la primera mitad del siglo XX. Muchos son los personajes de nuestra historia cofradiera, pero hoy quiero recordar a José Oliva Castilla, un gran escultor, pintor, tallista, imaginero, montador de altares y en su última época restaurador, que por desgracia ha sido en gran parte olvidado.

José Oliva Castilla nació en 1918 en Sevilla, y murió en Huelva en 1991, donde vivió los últimos años de su vida. Oriundo de Villablanca, pasó su niñez en Isla Cristina. Su padre, don José Oliva, fue administrador de la fábrica de luz eléctrica La isleña. Desde muy pequeño sintió afición por el arte; a los 12 años se traslada a Huelva, donde conoce a la que luego sería su mujer, Ángeles Sánchez Conejo, madre de sus dos hijas, y se dedica por entero al mundo del arte. Comenzó su vida artística en el Ateneo de Huelva teniendo como compañeros, entre otros, a Mateo Orduña y José A. Brunt y en la Academia San Cristóbal, centro cultural y artístico de la ciudad de Huelva en esa época. En la década de los cuarenta trabaja codo con codo con el ayamontino Antonio León Ortega, artista insignia de la actual Semana Santa onubense. Las circunstancias económicas de los años sesenta lo obligaron a emigrar, con toda su familia, a Bruselas, donde durante 22 años trabaja y expone sus obras con un gran éxito de crítica y de venta. El reconocimiento de su arte es unánime pero la nostalgia le puede y finalmente regresa a su ciudad natal.

También es cierto que en nuestra Semana Santa no proliferaron mucho sus trabajos, aunque lo que poseemos de él es de gran calidad. Resaltan dos grandes tesoros conservados como las andas procesionales del Jesús de las Penas en sus Tres Caídas (1947-1954) y de la Oración en el Huerto, que estuvo tallando día y noche para que saliera en 1943; obras comparables a la de los grandes maestros sevillanos como Guzmán Bejarano o Martín Fernández. Después talló el antiguo de las Cadenas, gran paso desgraciadamente perdido para siempre. Tras su talla, de su gubia sale el paso de misterio de la Hermandad de las Tres Caídas, del cual sobran los comentarios, aunque, como anécdota, decir que fue diseñado por Oliva con candelabros, como actualmente sale, aunque después la hermandad quiso cambiarlo por faroles. Otras muchas obras salieron de su gubia que pueden verse en numerosas localidades de Sevilla, Huelva y Cádiz; además de pasos y esculturas, sabemos que talló retablos, altares, esculturas e incluso mobiliario. Hombre de estilo inconfundible en su talla, nadie puede dudar de su preciosa técnica. Oliva es un hombre de fuerte personalidad, estudioso, artista bohemio y enamorado de su trabajo, capaz de renunciar al dinero, por ser fiel al diseño de su obra, para él siempre imperfecta.

Con estas obras de arte que portan a nuestro sagrados titulares y que enaltecen su transitar por las calles de Huelva durante su estación de penitencia, lo único que nos queda es asumir su valor patrimonial y artístico, tallas de este tipo ya no se hacen. Las juntas de gobierno de las hermandades tienen el deber de conservarlos y restaurarlos antes de que se pierdan para siempre.

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