Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Los que manejan el mundo
Quousque tandem
No tenía ningún interés en opinar sobre el escandaloso asunto que implica al señor Errejón y que le ha llevado a dimitir de todos sus cargos, abandonando la política –que iba a regenerar para convertirla en justa, limpia, honrada, feminista y no sé qué más– de un modo vergonzoso y por la puerta de atrás. En el ámbito judicial, porque la presunción de inocencia debe ser universal y ya se pronunciará la Justicia aplicando la legislación penal vigente. Y en el político, porque quien debe dar explicaciones son sus compañeros de partidos, en plural. Cuando estas se produzcan tendrá la sociedad en su conjunto, amén de sus simpatizantes, votantes y militantes, que colegir si son o no suficientes y hasta donde llega la responsabilidad política de cada uno de sus líderes. Por lo pronto, en Sumar van a organizar “cursillos de feminismo” para que esto no vuelva a repetirse. No sé, yo les recomendaría que dejaran a las familias educar a sus hijos en respeto y valores. Que a político se llega mayorcito y lo mismo ya no sirve. Es bien sabido que la conducta no es cuestión de educación, sino de crianza.
Pero hay ocasiones en las que nos cuesta mucho no opinar. Y este es uno de esos casos. No tanto por la carta dirigida al orbe y publicada en redes sociales por el ya ex diputado. Texto, por cierto, ininteligible, altanero, fatuo, presuntuoso y engreído como pocos. Algo que tampoco sorprende viniendo de quien, como sus conmilitones, se elevaron a la categoría de sabios siendo meros párvulos. Pero sí por el ridículo de achacar al neoliberalismo la causa de su inadmisible comportamiento. Y son sus propias palabras: “He llegado al límite de la contradicción entre el personaje y la persona. Entre una forma de vida neoliberal y ser portavoz de una formación que defiende un mundo más justo”. Sinceramente, aparte de ser una excusa pueril, recuerda a aquellos procesos propios del estalinismo donde quien caía en desgracia por el motivo que fuera, o era acusado de ser contrarrevolucionario o lo admitía él mismo en su confesión. Amén de asumir cómo le habían aprisionado las garras del capitalismo opresor convirtiéndole en un pequeño burgués. Calcado.
Siempre interesa buscar al culpable fuera. No es novedoso. Así lo explicó don Mendo a su amada Magdalena cuando quedó arruinado jugando a las siete y media: “¡Serena escúchame, Magdalena, porque no fui yo… no fui! Fue el maldito Cariñena que se apoderó de mí”.
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