Hostilidad

La otra orilla

09 de marzo 2025 - 03:08

Entre concordia y hostilidad, las relaciones entre países habitualmente se han acercado a la segunda antes que a la primera. Se está imponiendo el relato del “a por ellos”, del acabar con el enemigo y las fanfarronerías de las demostraciones de fuerza. El liderazgo basado en la concordia, la negociación y el acuerdo están de capa caída. Muchos de esos héroes de la moderación fueron tachados en su tiempo de pusilánimes, acobardados o débiles, como Vaclac Havel, que consiguió desarmar el complejo escenario tras la caída del comunismo, transicionando hacia la democracia, separar Checoslovaquia en dos estados y hacerlo de forma pacífica y sensata, tan diferente a lo que ocurrió con la vecina Yugoslavia y su terrible guerra. Isaak Rabin y Yasir Arafat fueron capaces de sentarse a hablar y firmar los acuerdos de paz de Oslo que, por primera vez abría la puerta al reconocimiento de Palestina como estado. Tristemente a Rabin lo asesinaron y a Arafat lo envenenaron, por aquellos que se creen que la única verdad es la de destruir al otro. Ni siquiera se habla hoy de figuras, a lo mejor menos carismáticas, como Ehud Olmert y Abu Mazen que también consintieron sentarse para buscar un escenario de convivencia en esa tierra santa tan sufriente. Se recuerda mucho más a Ariel Sharon o se consolida en el poder el belicista Netanyahu, mientras, en la parte palestina, Hamás contrataca con la política del terror. Todos incapaces de ver más allá de su propia prepotencia.

Desde la hostilidad resulta muy difícil ver lo bueno de los demás, y no puede ser que la intención de todo el mundo sea hacernos daño, antes, al contrario, la mayoría de nosotros quiere criar a sus hijos y verlos crecer en un entorno seguro que les ayude a desarrollarse. A poco que te muevas más allá de tus narices, te será más fácil relacionarte con la gente y entender las raíces de su cultura, historia y religión, y entonces, el entendimiento será más fácil. Cuando nos saludamos y nos damos la mano, estamos ratificando un acuerdo antiguo: si te doy mi mano derecha sabes que no voy a usar un arma contra ti, los árabes, además se tocan el pecho para transmitir sinceridad.

Parece que la verdadera rebeldía de estos tiempos fuera la de pensar y sentir al otro, al diferente, como un hermano y no como un enemigo, que cantaba Lole. Tantas veces repetido, y no por ello menos necesario de decir.

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