Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Los que manejan el mundo
El Malacate
EL jueves se entregaron las Medallas de Oro de la provincia, concedidas por la Diputación a siete entidades y personas onubenses dignas de ser reconocidas por una trayectoria o unos logros en diferentes ámbitos y entornos. Es éste un momento de encuentro anual de la Huelva de los 80 municipios, para la celebración de lo que nos une a todos y lo que identifica a aquellos quienes reciben esas distinciones.
Decía allí Rafael Romero, en el escenario del teatro de Valverde, donde se celebró el acto institucional, que días antes, en su cometido de hablar en nombre de todos los homenajeados, él como presidente del Real Club Recreativo de Tenis de Huelva, buscaba un nexo entre todos. Y en esta tarea recuperó de forma muy acertada un concepto, el de la polarización; en este caso, su ausencia, o su antónimo, que, en momentos como éste, trata de ser la alternativa salvadora, entre una división cada vez más acusada, política y socialmente.
Romero lo trajo en recuerdo de la elección del término polarización como palabra del año 2023, según la Fundéu, la Fundación del Español Urgente, de la RAE. En los últimos años, explicaba la Fundéu, “se ha extendido el uso de esta voz para aludir a situaciones en las que hay dos opiniones o actividades muy definidas y distanciadas (en referencia a los polos), en ocasiones con las ideas implícitas de crispación y confrontación”.
Las Medallas de Oro de la Diputación, como otros reconocimientos de este tipo, sostiene Rafael Romero, son una muestra de lo contrario: son integradores por cuanto hay detrás méritos similares en el bien común de ensalzar esta tierra y su gente con su labor, directa o indirectamente. Son personas y colectivos que no se significan más allá de su propia actividad y, en todo caso, por una vocación de servicio y proyección del territorio, sea a través de la cultura o el deporte, la solidaridad o la empresa.
Por esa labor particular de todas ellas, pero también, muy especialmente, por esa capacidad de unir y despolarizar, estos medallistas provinciales son un buen ejemplo a considerar por el resto de los onubenses.
La polarización política está marcando también nuestra vida cotidiana y lastra en gran medida nuestro desarrollo, en el ámbito más cercano, como en el nacional y en el internacional.
Cada vez hay más distancia entre las opciones diferenciadas, situándose enfrente unas de las otras. No hay alternativas que se acerquen y se citen en un punto de encuentro; al contrario, otras se agregan a los extremos, alimentadas precisamente por la confrontación abierta e hiperbolizada, que justifica su auto convencida y extendida razón de ser.
No solo es política. En su influjo, la sociedad también se divide y se distancia, se crispa y se enfrenta, como piezas de esa pobre versión de la política actual, que tanto se ha alejado de la real, esa que tanto hizo por esta tierra hace más de 40 años. Aunque hay esperanza en algunas acciones que puedan recuperar ese espíritu de encuentro, consenso y unidad. La Diputación logró una semana antes un foro histórico con, probablemente, la mayor concentración de alcaldes de la provincia que se haya dado nunca en Huelva, y puede que en Andalucía. Y no por una foto, sino para poner en marcha un nuevo órgano para conversar, compartir ideas y buscar soluciones –en la mayoría de los casos comunes– sin importar partidos, colores o siglas, ni separarse en polos enfrentados y combativos. Todo por poner en común una provincia y el deseo de contribuir cada uno en su municipio y luchar por objetivos de beneficio común.
Era el espíritu que había también en aquellos primeros pasos democráticos de finales de los 70 y principios de los 80, en la propia Diputación de Huelva y en el Ayuntamiento de la capital. Cuando se llegaban a amplios acuerdos de gobierno sin necesidad de pactos formales restrictivos ni de mayorías impuestas. Había un compromiso tácito por echar a rodar las instituciones locales en la nueva democracia, y se asumía con responsabilidad de Estado; no era momento de afrentas ni encarnizadas disputas. Así, de la España más polarizada de la historia, con la Guerra Civil y la posterior dictadura, se alcanzó un estado de despolarización que fue ejemplar en las distancias cortas, en lo local. Al menos aquí en Huelva.
Y en este momento en el que nos encontramos, en el que sigue muy vigente la polarización general que nos rodea, se hace de nuevo muy necesario un cambio total hacia esa confluencia.
Hay que moderar el tono, hablar, buscar puntos de encuentro y caminar juntos. Y como tantas cosas, debe empezar por nosotros mismos, por nuestro ámbito más cercano, por nuestros municipios y provincia.
Hay que bajar el balón al suelo, tomar el control y jugar con cabeza en equipo para avanzar, sin rencores ni venganzas, sin mentiras ni demagogia, sin entrar en el juego de los mayores que ha viciado el panorama actual. Hay que empezar por separarse del discurso belicoso, de las intervenciones en redes sociales y atriles que buscan encender un poco más al personal.
Ahora toca tener la valentía de acercar posturas y trabajar por lo nuestro, que es lo común, nuestra tierra, su cuidado y su progreso, como han coincidido las Medallas de Oro, que decía Rafael Romero. No hay otra vía que la Huelva despolarizada para salvar este ahora que tanta desesperanza siembra entre quienes creen que se pueden alcanzar grandes metas hablando y uniendo fuerzas. No debe haber otro interés que el que nos une. No dejemos de hacerlo.
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