Alto y claro
José Antonio Carrizosa
Misión: salvar a Sánchez
Si hay algo inconcebible para quienes vivimos la Transición, es que en plena democracia se celebre el cincuenta aniversario de la muerte de Franco. Una decisión del Gobierno en su afán de dividir a los españoles y enfrentarlos, dicen que aconsejado por alguien de su interminable corte de asesores. Ello merece numerosas repulsas que excederían la dimensión de esta columna, pero que podemos reducir al mínimo: simplemente ridícula y, por supuesto, absurda. Un aluvión de argumentos en contra se ha disparado firmemente críticos con la idea. Toda una panoplia de invectivas contra tan disparatado proyecto. Sea la de Nicolás Redondo, un socialista cabal que sabe bien lo que es una dictadura. Afirma que los actos previstos son “un pretexto del Gobierno para seguir dividiendo la sociedad y empequeñecer la Transición”. Traiciona así el espíritu de aquel acontecimiento decisivo para el futuro del país y la reconciliación de todos los españoles, que, cincuenta años después, un 65 por ciento, piensan que la política actual irá a peor, frente a un 24,6 % que piensan lo contrario. Una inmensa mayoría sabe que no se trata de articular un análisis de lo que la dictadura supuso para España, sino para intentar dividir, enfrentar, suscitar la tensión y la divergencia.
Los rechazos masivos a esta especie de jubileo franquista han sido bastante explícitos y llamativos. El de SM. el Rey, que declinó la invitación en su deber de apartarse de controversias y de cualquier acto político que comprometa su neutralidad. Menos en esta impresentable añagaza que le tendía Pedro Sánchez. Como contundente ha sido el manifiesto “La Constitución es la única celebración posible” suscrito por académicos, juristas, catedráticos, empresarios, políticos y periodistas, convocando “a la ciudadanía, y en especial a las fuerzas políticas, a boicotear cuantos aquelarres promuevan en torno” al dictador “aquellos que dicen celebrar la libertad echando mano de la discordia, su mayor amenaza, y de la reconciliación, promoviendo el encono civil”. En suma la división del país agitando el espantajo de la ultraderecha, su obsesiva paranoia patológica y el único argumento de su reiterado y aburrido discurso.
En su angustiado afán intervencionista de instrumentalizar y encarroñar la Historia el Gobierno quiere encandilarnos con su falso progreso, atrincherado en viejos rencores, en sus fantasmas del pasado, en sus revanchismos imposibles y desesperados, pretendiendo distraernos con trasnochadas pendencias y mentiras. creando cuatro organismos para auspiciar estos fastos – ¿o nefastos? – compuesta por comisionados con elevados sueldos, integrados en un comité científico cuya composición se conocerá cuando se constituya. ¿Cómo el de la pandemia?...
Entre tanta grotesca parafernalia y superchería me acuerdo de un fandango que me recordaba un entrañable amigo: “Yo no quiero la verdad/ que la verdad me hace daño/ yo prefiero la mentira/ que le da tranquilidad/ al borrego del rebaño”.
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