Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Por libre
Su propio afán
La Inteligencia Artificial impresiona, sí: por lo que falla. Es como un alumno de secundaria echado para adelante: cuando no se sabe algo, se lo inventa. Busqué bibliografía y se sacó de la manga excelentes títulos, autores, editoriales y sinopsis inexistentes. En un momento de vanidad, le pedí una reseña de mi último libro y me dijo que era muy bueno (¡bien!) y que su autor era Sánchez Dragó, vaya por Dios. Lo conté, y como no me creyeron, hice otra prueba y ahora Ejecutoria era una de las obras más destacadas de Miguel Delibes, y transparentaba el noble espíritu castellano de su autor.
Alguien me dijo que eso pasaba porque no tenía la versión de pago, así que pagué. Y es peor, si cabe, que no cabe, o sea, que es igual de mala, pero habiéndome sacado la pasta, esto es, mucho peor.
Y conste que no es un berrinche de autor ninguneado, porque a mí me importa mi libro y Delibes es mucho honor. Lo que me preocupa es que la Inteligencia Artificial tenga tan poco respeto por la verdad. Más cuando, como explica el gran Carlos Léañez Aristimuño, el poder de estas tecnologías para configurar el mundo va a ser inmenso en el futuro inmediato. Yo estoy seguro de que la IA se podría programar para evitar estos errores flagrantes o “alucinaciones”, como las llaman técnicamente. Son datos elementales que están a una búsqueda de Google. Parece que perpetra los errores aposta para socavar la realidad. Ayer me quejé de lo desagradable que es escribir respuestas falsas para los exámenes tipo test, y me informaron que eso lo hace perfectamente ChatGPT. No me extraña.
Pero pongamos que lo de las alucinaciones no sea tan fácil de arreglar, hay todavía otra cosa peor. Que los programadores no aparezcan compungidos y abochornados por este fallo garrafal. Y aún peor es que los usuarios se pongan a reír la gracia o mirar hacia otro lado. Sólo se escuchan admiraciones y aplausos a una herramienta tan confundida como confundidora. Con ello, la Inteligencia Artificial demuestra ser una auténtica hija de su tiempo, tan posmoderna como para funcionar como si la verdad no existiese. Pero nosotros también seremos de nuestro tiempo resistiéndonos. Como explicó Borges, uno es irremediablemente de su tiempo y, como explicó Compagnon, los que sobreviven cada tiempo son quienes se enfrentan a él. La defensa de la verdad es uno de los grandes temas de la actualidad. Aprestemos las inteligencias naturales.
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