La joya de la corona

06 de octubre 2024 - 03:07

Varias sesiones de terapia psicológica o de fisioterapia, la detección y tratamiento precoz de distintos tipos de cáncer, de problemas de hipertensión, circulación, colesterol, diabetes, apnea del sueño… pueden evitar graves problemas de salud a posteriori -igual que los programas de vacunación, de control de plagas, de hábitos saludables…- y marcan la diferencia fundamental entre un sistema sólido de Salud Pública y un sistema basado en la sanidad privada.

El primero centra sus esfuerzos en la salud, el segundo en la enfermedad y en cómo sacarle partido. El primero prefiere evitar infartos, el segundo vive de tratarlos y sacará más beneficios mientras más enfermos haya. El primero busca el bien común, el segundo sólo el de su cuenta de resultados y, por tanto, no atenderá a quien no pueda pagar por sus servicios. El primero, si no consigue evitar la enfermedad, incluso en casos crónicos, no reparará en gastos para ofrecer todos los medios disponibles para la curación o, llegado el caso, ofrecer todos los servicios paliativos posibles para hacer más llevadero al enfermo y su entorno todo el proceso que sufre. El segundo mirará con lupa todos los gastos que supongan pruebas diagnósticas, tratamientos, hospitalizaciones... para repercutirselos al cliente, perdón, al paciente, o evitar que no excedan del gasto contratado con su seguro.

Los cantos de sirena de los ultraliberales hacen caer cada vez a más personas en el engatusamiento que ofrecen “clínicas con habitación individual”, “sin listas de espera” o “con los mejores especialistas”, pero la campaña más agresiva a favor de la sanidad privada se está llevando a cabo por parte de los propios gestores de la pública que -vía conciertos, derivaciones, semiprivatizaciones o privatizaciones completas de muchos servicios y, como se ha sabido recientemente, el abuso de la figura del contrato menor- están dopando a las empresas del sector y esquilmando los recursos de la sanidad pública, impidiendo con ello mejorar las ratios de atención, reducir los tiempos de espera, dar más calidad en el servicio, desplegar todo el potencial de la atención primaria o implantar medidas preventivas como las que hablábamos al principio.

Denuncia, movilización, resistencia a los cantos de sirena de la privada… son las herramientas que nos quedan a la ciudadanía para defender eso que decimos que es “la joya de la corona”. No dejemos de hacerlo.

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