Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Los que manejan el mundo
Quousque tandem
Será porque el cine negro forma parte de nuestra educación cultural y emocional. Pero que un detenido decida colaborar con la Justicia y cantar la Traviata para salir de presidio, suena a escena inicial de una tensa historia de corrupciones y escándalos políticos, con inesperados giros de guion y portadas de prensa que desvelan mucho más de lo que podríamos imaginar al entrar al cine.
Una fiesta al aire libre. Vittorio D’Aldonna –Vito para los amigos– un tendero de barrio con ínfulas y mucha labia, se cruza en el bar, por capricho del destino, con Beppo Abalini, un emigrante que llegó a Nueva York con lo puesto procedente de un aldea siciliana y que tras hacer carrera política a la sombra del líder de un importante partido, ha sido nombrado concejal de obras de Central City. El vórtice de la corrupción tradicional en sus manos. La zorra cuidando a las gallinas. Abalini lleva siempre a su vera a Luigi Garza, su, no se sabe bien si guardaespaldas o consigliere. Un tiarrón grande y tosco, pero que cuenta con la confianza plena del Capo. Un día, los tres, ven casualmente El tercer hombre en televisión y descubren un filón en la compra de material sanitario. Así que Vito, junto a su ya socio, con mucha discreción y cierto descaro, empieza a contactar con todos los políticos a su alcance para ofrecerles un negocio redondo.
Beppo & Vito se convierte en una marca conocida. Un lobby con sede nómada y despachos en restaurantes, barras de bar y burdeles que conecta los bajos fondos con los despachos de moqueta. Las timbas de sótano, sándwiches, tabaco y bourbon se acaban confundiendo con los salones de la alta sociedad donde se sirven langosta, ostras y champaña. Beppo es el hombre para todo del líder.
Hasta que un día, comienza el desmoronamiento de la banda. Sea por miedo a la prensa, conveniente untada y amordazada en parte, por el escándalo público que es ya la vida de Abalini, por la inadecuada presencia de Luigi Garza, por los rechazos de Vito a convertirse en un remedo de la Reserva Federal para satisfacer tantas peticiones o por todo ello, Beppo Abalini desaparece de escena. Y todos respiran tranquilos corriendo un tupido velo.
Pero los Agentes del Tesoro no descansan. Y Vito D’Aldonna cae. Por otro asunto. Quizá relacionado, quizá, no. Entonces, aparecen el FBI, la Fiscalía del Distrito y los jueces. Ante el miedo a terminar en Alcatraz, Vito acaba cantando y la banda cae como un castillo de naipes. No sé si completar el guion, aunque creo que se non è vero, è ben trovato.
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