Víctor Rodríguez

El lince salta

La otra orilla

23 de junio 2024 - 05:03

Como en esta tierra hay tantos temas recurrentes, el del lince es uno de ellos. Repasando mi hemeroteca personal, ya escribí un artículo, en esta misma columna, el 22 de abril de 2003 llamado “A vueltas con el lince” en el que, por entonces, ya se señalaba que existía una sensación general de que poco futuro tenía este bello mamífero ibérico. Tan acostumbrados estamos a las malas noticias relacionadas con el medioambiente que, cuando hay una buena, le ponemos peros, eso que ahora se llama “ecoansiedad” y que ya pasó recientemente con el Covid y su permanente machaqueo mediático. Tanta información sobre el calentamiento global, la reversión de la corriente del Golfo, la deforestación de la selva o el derretimiento de glaciares, nos genera una mezcla de miedo y resignación que poco ayuda a, de verdad, tomar parte activa en la solución, en lugar de ver simplemente cómo nos van relatando las etapas de camino a la extinción.

El programa de cría en cautividad del lince ha sido un extraordinario éxito. Simplemente se ha seguido una buena planificación para evitar tan grande pérdida; recursos personales, materiales y dinero, ¡ay el dinero, tan fundamental como el talento para que las cosas salgan adelante! Se supo que la cosa iba bien cuando el lince saltó de Doñana y buscó otros hábitats donde cazar y desarrollarse. Acaso Doñana se le quedaba pequeño, acaso demasiado collar, seguimiento, toma de muestras... Se empezaron a ver linces en el Andévalo, en campos de cítricos intensivos donde, por un lado, hay poca presión y, por otro y fundamental, hay mucho conejo. Ahora hay linces en el Alentejo portugués y hasta ha llegado a las dehesas de Boadilla del Monte, a pesar de la enorme presión del cinturón metropolitano de Madrid, el felino ha sabido mantenerse vivo, manteniendo la primera ley de la Naturaleza: sólo los seres que mejor se adaptan a las circunstancias que les rodean, son los que perduran.

Esa es una lección que el ser humano debería integrar: puede que los ecosistemas esquilados durante años no se regeneren a como primariamente fueron, puede que el paisaje idílico no vuelva, pero sí hacer habitable y sostenible lo que ya tenemos, tomando la iniciativa para que todos los seres vivos puedan tener la oportunidad de salir adelante. A lo mejor no es tan bucólico, pero es práctico. Ya sabemos que la vida siempre se abre paso, pues abramos las puertas, y que pase.

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