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VERDAD es que el destino nos tiene preparadas siempre sorpresas en el que los seres humanos, por más que nos empeñemos, nada podemos hacer. El pasado miércoles, sobre la 01:00, entraba en la Concepción el paso que ha portado al Señor de la Oración en sus traslados el viernes y el sábado. En ese preciso momento y no en otro, los teléfonos de muchos de los presentes recibíamos un mensaje ya esperado pero jamás deseado: "ha muerto nuestro hermano Javier Zamora Carmona. Tenía 9 años". Hasta minutos antes de su muerte, había estado celebrando Javi en el hospital el santo de su madre, Pilar. El viernes, se le hacía la misa de córpore insepulto en una abarrotada iglesia de la Concepción. Al lado de Javi, el Señor en su paso. El mismo Señor y también en un paso, al que Javi llamó con la maestría que siempre nos demostró tener, el pasado Jueves Santo. Hizo una levantá que para la historia quedará por los siglos de los siglos amén. Pero esta vez, con una gran diferencia: esta vez fue el Señor el que llamó a Javi y no al revés. El tiempo, desapacible, triste y llorón, no nos dejó salir en Semana Santa. Pero esta vez, el Señor Orante no lo ha consentido, porque ha querido tener a Javi a su lado y no ha permitido que la más mínima nube se interponga entre Él y la ilusión de Javi de verlo pasar por su puerta. Porque con esa ilusión vivía sus últimos días: ver al Señor pasar por su puerta. Y sin saberlo Javi, el Señor de la Oración le tenía preparado el mayor de sus privilegios: "hoy estarás conmigo en el paraíso" seguro que le dijo. "Desde hoy, disfrutaremos los dos desde el cielo de eso que llaman en la tierra de las cofradías", porque para eso Javi, a pesar de su corta edad, bien que entendía de ese mundo de las Hermandades.
Nos dejó la persona, pero no su espíritu arrollador en todo lo que se proponía. Sabiduría y entendimiento cofrade lo demostraba a cada instante y así lo hacía cuando llamaba en un paso o poniendo rostrillos a un maniquí o en sus conocimientos musicales cofrades o en todo aquello que oliera o supiera a Semana Santa. No se iba al hospital sin su mantolín del Señor de la Oración, no había una ocasión que le dieran el alta que no lo viéramos alrededor de una procesión de penitencia o gloria ya fuese en Huelva o en Sevilla. Se escuchaba o se veía todo que tuviera que ver con un misterio, un crucificado o un palio. Los que le conocimos teníamos una cosa meridianamente clara: con personas como Javi, las cofradías persistirían siempre. Y que no le quede la más mínima duda a Javi, que así será. Su ilusión era la Semana Santa y por ella vivía. Y por eso la Semana Santa estuvo junto a él el viernes.
Se nos fue de la tierra un ser humano sencillamente excepcional, único, irrepetible. Pero seguro que hemos ganado en el cielo un nuevo ángel en el que los cofrades confiar. Cuando este año veamos brillar con más luz una de las estrellas de las caídas en el paso de Nuestra Madre y Señor de los Dolores, seguro que algo de Javier Zamora Carmona tendrá que ver en ello. Que tu Virgen a la que acompañabas de monaguillo cada Jueves Santo como tu Señor al que llamaste en su paso un día y que él ahora te ha llamado para siempre estar junto a ellos te reciban con la misma alegría que nos dejaste en nuestros corazones a los que te conocimos en la Tierra. Descansa en paz Javi.
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