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ESTE viernes se presentó un nuevo proyecto industrial de primerísimo orden que va a suponer la inversión de alrededor de 1.000 millones de euros para la construcción, en apenas tres años, de la mayor planta de biocombustible de segunda generación de la que se tiene constancia en Europa. Cepsa y Bio-Oils están detrás de esta operación con una alianza que va a generar 2.000 puestos de trabajo para levantar las instalaciones y para su producción posterior, y que, sobre todo, va a colocar, una vez más a la provincia de Huelva en el centro de la innovación energética europea.
Prueba de la gran relevancia de este proyecto es que se desplazó desde Singapur, expresamente para el acto de presentación en Huelva, Dato’ Yeo How, el presidente del Grupo Apical, propietario de Bio-Oil. Y le tocó, a él y a todo su equipo directivo, hacer más de un transbordo para acabar llegando en coche a Huelva. No tenía más remedio.
El caso del consejero delegado de Cepsa es diferente, aunque no tanto. Maarten Wetselaar está instalado en España y ha venido varias veces a Huelva; aunque tiene fama de ser un hombre sencillo, que se adapta a todo, seguro que sería más operativo para él un desplazamiento más rápido y cómodo, en AVE o en avión directo.
Tiremos ahora de una hipótesis: los propietarios de la compañía española quieren viajar desde Abu Dabi y Estados Unidos hasta Huelva para conocer también las instalaciones del Parque Energético La Rábida, como el presidente de Apical, y saber sobre el terreno de esos proyectos en ciernes de los biocombustibles 2G y del hidrógeno verde. ¿Volarían a Madrid y tomarían el Alvia para llegar hasta aquí? ¿Quizá un avión privado les dejaría en el aeropuerto de Sevilla y viajarían en el Media Distancia a Huelva? ¿O mejor por carretera, en cualquier caso? ¿Se quedarían a pasar la noche en los hoteles de aquí? ¿Comerían en restaurantes de aquí?
El ejemplo se puede extrapolar, no ya a magnates y altos ejecutivos de multinacionales poderosas, sino a directivos medios, ingenieros y otros profesionales que deban desplazarse hasta la provincia con todas las garantías, sabedores de que el tiempo es muy valioso y hasta los desplazamientos hay que optimizarlos y aprovechar para trabajar. ¿Se puede viajar así a Huelva? Claramente, no.
Ahora mismo hay anunciadas, ya en camino, inversiones privadas de varios miles de millones de euros que caerán en Huelva. Directamente. Asociadas a la industria energética o a la economía circular, que muy probablemente traerán por aquí muchas más. Todo apunta a ello, aunque todavía no tan real como lo que ya sí ha sido anunciado. Y con esas perspectivas, ese horizonte tan dinámico para la economía española, centrado aquí, en esta tierra, por razones muy concretas y de peso, hay que preguntarse: ¿Está la provincia de Huelva preparada para afrontar todo ese movimiento? ¿Tiene Huelva capacidad para asumirlo? ¿Cuenta con unas infraestructuras acordes con esos miles de millones que seguro [seguro porque son privados, no fruto de promesas políticas] van a llegar a medio plazo?
Antes de que acabe el año estarán listas las instalaciones del CEUS en Moguer, el centro de ensayos para aeronaves no tripuladas. Imaginemos de nuevo que una gran corporación internacional, quizá Boeing, a lo mejor Airbus, necesita traer para su desarrollo uno de sus prototipos, con todo lo que ello arrastra de personal, profesionales cualificados, operarios, directivos, maquinaria, instrumental… ¿Estamos preparados para que se puedan trasladar adecuadamente hasta Huelva? ¿Hay sitio para que se puedan instalar con todo lo que traen? ¿Hay capacidad hotelera suficiente para atender cientos de pernoctaciones? ¿También en pleno verano?
Cambiando de sector. Los proyectos mineros en preparación en la provincia son varios y muy importantes. El cobre es esencial y su explotación es muy necesaria y esperada en Europa para acompañar el resto de desarrollos energéticos reduciendo las importaciones. Si en la actualidad las dos minas con actividad en Huelva ya tienen algunas dificultades para el transporte en la red de carreteras actual, imaginemos la situación que se puede plantear cuando entre en funcionamiento una más en el Andévalo, a lo mejor otras cinco antes de que acabe la década. ¿Son seguras esas vías convencionales? ¿Quizá habría que plantearse de una vez un desdoble de carretera tantas veces descartado, supuestamente, por falta de demanda? ¿Quizá es el momento de recuperar el tren minero, o acaso una línea férrea de alta capacidad para mercancías con Extremadura? ¿Y también hay opciones de alojamiento para los trabajadores en periodos transitorios o algo más estables?
Puestos a imaginar el futuro inmediato, el que viene seguro… ¿Es suficiente la red eléctrica actual en la provincia de Huelva? ¿Y los recursos hídricos? ¿De verdad hay agua suficiente para producir hidrógeno? ¿Para acabar con la polémica de los regadíos en el entorno de Doñana? ¿Para aspirar a crecer turísticamente?
Si hay una oportunidad para el empleo y el desarrollo económico de Huelva con todos estos proyectos, y algunos más, hay también una necesidad de que Huelva esté preparada para acoger esos miles de millones de euros y que contribuya a proporcionarles más rentabilidad y facilitar el movimiento entre el personal y la producción generada.
Con pocos años de margen, sólo tres en el caso de la planta de biocombustibles 2G, el tiempo apremia y habría que impulsar la construcción de una adecuada red de comunicación en torno a Huelva. Algo tan básico como ferrocarriles modernos, para pasajeros y mercancías, con esa alta velocidad quizá abriendo negocio con nuestro vecino de la UE, al otro lado del Guadiana. O con el aeropuerto Cristóbal Colón, ese que es también de inversión privada y que espera a la señal de vía libre por parte del Ministerio de Transporte también. O esa autovía que nunca llega del norte, en conexión directa con Extremadura, dando mayor capacidad y seguridad, y un tiempo de viaje optimizado por carretera.
Ha llegado el momento de que se corresponda el esfuerzo del capital privado y su aportación al empleo y la riqueza nacional con una Huelva, centro de todo, preparada. Se lo debemos a Dato’ Yeo How, y a otros que vendrán.
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