La ciudad y los días
Carlos Colón
Sobre nuestra entrevista a González
Este jueves que viene, 9 de mayo, hay convocada una movilización en Huelva. Será una concentración en la céntrica Plaza de las Monjas, a partir de las 20:00. El llamamiento es para los onubenses de toda la provincia, para reclamar inversiones públicas en infraestructuras y dotaciones consideradas obligatorias, irrenunciables, por fundamentales, para el desarrollo de Huelva en los próximos años. El punto de partida no es nuevo pero en esta ocasión es más especial y necesario que nunca.
A esta llamada del día 9 se llega tras un mes de abril en el que el Gobierno ha llevado a su discurso los problemas de Huelva con sus conexiones ferroviarias con Sevilla y Madrid. Primero fue el presidente, Pedro Sánchez, y después, el ministro de Transportes, Óscar Puente. Sólo el hecho de que ambos hablaran de Huelva fuera de esta provincia, y reconocieran que deben dar soluciones a la línea con Sevilla, tiene un gran valor para los onubenses, al dejar de ser ignorados por quienes tienen capacidad para atender sus carencias. El problema es cuando las soluciones que ofrecen pasan por volver a jugar con la necesidad de los onubenses y por tratar de engatusarles en una pirueta que sólo acentúa su desigualdad respecto al resto de España: se descarta el tren de alta velocidad para Huelva en los próximos 25 años.
La indignación onubense ha vuelto a dispararse cuando el ministro Puente ha vendido como alternativa “mejor” que el AVE la construcción de una variante de 45 kilómetros para viajar a Sevilla en 50 minutos, con un tren lanzadera adicional, para tener tres diarios. Pero aquí no se acepta el canje, como el timo de la estampita, para que el Ministerio se ahorre una inversión en Huelva que sí se hace, y muy superior, por ejemplo, en provincias castellanas, cantábricas, gallegas o extremeñas, en las que ni se ha descartado la alta velocidad ni se han tenido en cuenta los mismos motivos esgrimidos para Huelva.
A Huelva ya no le valen soluciones de ese tipo que no sean provisionales, mientras se ejecuta a corto plazo la definitiva que la equipare al resto del país. No son válidas cuando se llevan ya 35 años oyendo promesas sobre la llegada del AVE a Huelva; cuando han pasado casi 25 años desde que se elaborara el primer Estudio Informativo del trazado con Sevilla; y cuando el último que se hizo en 2018 acumula cuatro años en el Ministerio para la Transición Ecológica, pendiente de obtener la Declaración de Impacto Ambiental, tras tramitarlo el anterior Ministerio de Fomento con Sánchez de presidente.
Huelva es acreedora de una deuda histórica de inversiones que alcanza todos los ámbitos y administraciones a lo largo de los años. Algunas vienen ya en camino, después de ser reclamadas mucho tiempo, aunque sin que aún sean una realidad. Pero a la mayoría no se les ve ni de lejos, como ocurre con las infraestructuras de comunicación. Y éstas tienen cada vez más importancia en un mundo muy globalizado, en el que la movilidad es esencial para facilitar la llegada de más inversiones que dinamicen la economía, anclen la población, proporcionen calidad de vida al territorio y promuevan en él prosperidad y mucha luz.
Ahora mismo toca hablar con más fuerza de alta velocidad porque el Gobierno lo ha metido en su agenda. Y porque si no se actúa socialmente con rapidez, esa solución a medias que a nadie satisface en Huelva será materializada para perpetuarse durante un cuarto de siglo al menos.
Que no llegue el AVE implica que Huelva se quede fuera de la red que conecta el resto de España. Es quedarse al margen de la modernidad que el propio Gobierno y el ministro presumen en redes sociales a cuenta de las nuevas conexiones con Asturias y Galicia, con trenes directos, más cómodos, rápidos, innovadores, y con billetes a 18 euros que universalizan el transporte moderno y de calidad, pudiendo ir a casi toda España sin necesidad de transbordos.
Y cuando no hay tampoco alternativas como un aeropuerto o vías rápidas de carretera, el aislamiento es mayor, brutal, como diría el ministro Óscar Puente. Insostenible. Una condena a muerte a una provincia periférica, olvidada en un rincón, sin que tampoco se aprecie su situación estratégica y privilegiada para ampliar relaciones económicas y sociales con nuestra hermana Portugal.
Lo que en principio fue recibido de forma positiva el mes pasado de manos del presidente, ha terminado por ser considerado un nuevo engaño tras años de manoseo político con Huelva y la alta velocidad, jugando con la necesidad y la ilusión de los onubenses, entre los que algunos ahora se sienten insultados.
Pero ya no se trata de política. Ha llegado un momento en el que da igual qué partido gobierne ahora en Madrid ni cuál lo hizo antes. Los onubenses están cansados y no pueden ser espectadores de un nuevo intercambio de reproches. Insistir en mezclar la política partidista en un asunto que es vital para el desarrollo de un territorio y su gente, además de un error y una desconsideración hacia los onubenses y sus necesidades, es un motivo más para que la población salga a la calle para reclamar lo que le corresponde. Por necesidad, por justicia, por equidad con el resto de España y por hartazgo.
Reclamar el AVE es pedir un tren con más servicios de calidad, con más opciones de viaje, más rapidez, comodidad, viajes directos a más destinos y, además, con precios mucho más bajos por la liberación del servicio y la competencia actual con más compañías.
Lo importante ahora es revertir la renuncia al AVE. Porque postergarla a medio o largo plazo, hasta dentro de 25 años, es una renuncia. Y con voluntad, seguro que se encuentran fórmulas adicionales para construirlo. Con consenso, actitud conciliadora y una decidida búsqueda de salidas viables. Así se ha logrado con la famosa línea 3 del Metro de Sevilla, y con Doñana. Seguro que hay un punto de encuentro entre administraciones, si fuera necesario. Y mejor guardar lo que se quiera invertir ya, al margen de la adaptación de la línea al transporte de mercancías europeo, y ponerlo como parte de una solución real y definitiva.
Los onubenses saldremos este jueves a la calle para reivindicarlo. Toca llevar por bandera el AVE porque es su momento ahora, pero también porque es un símbolo de todas las infraestructuras pendientes, que no se olvidan y sigue ahí pendientes, con la misma necesidad y urgencia: el aeropuerto privado, el desdoble de la N-435, el hospital Materno-Infantil, el Chare de Lepe y los de la Sierra y El Condado, la presa de Alcolea y el resto de actuaciones ligadas al trasvase de agua, el túnel de San Silvestre, redes eléctricas...
La lista sigue y es demasiado larga, por desgracia para Huelva. Queda mucho camino por recorrer. Pero precisamente por largo que es, es necesario cubrirlo por etapas. Y ahora el tren de alta velocidad es la inmediata. Muy importante por lo que significa su renuncia: un claro agravio comparativo a Huelva. Y su condena al aislamiento y el olvido. Una simple mejora de un servicio actual muy deficiente no bastará para sacar a Huelva de este rincón contra el que se le empuja más y más.
Que nadie olvide aquella noche infame de septiembre pasado y esa imagen de la vergüenza, con pasajeros octogenarios arrastrando sus maletas de madrugada por la vía tras varias horas paradas en medio de la nada en un tren averiado. O ese más reciente que se fue a Málaga por error desde Córdoba. Más motivos para salir el jueves a la calle.
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