La colmena
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Cuentan que el poeta comunista José Bergamín, en una comida con sus dos amigos sacerdotes Santos Juliá y Manuel Mallofret, le dijo al segundo: “Tú te quedas de cura y que Santos estudie, que es lo suyo”. Poco después, el que fuera primer párroco de Las Letanías y director del Colegio Aljarafe colgó los hábitos para llegar a ser uno de los más prestigiosos historiadores contemporáneos, mientras el otro continuaba su vocación de cura y teólogo en las barriadas de Sevilla. Precisamente como párroco de La O, conoció a una joven catequista que ya entonces destacaba por su carisma de líder y su compromiso social inspirado en el evangelio, a la que con el tiempo casó y con la que, dicen, sigue manteniendo el contacto.
No me cabe duda de que la elección de María Jesús Montero como candidata ha sido un acierto del presidente Sánchez, por mucho que cierto hooliganismo no pare en su intento de ridiculizarla. No significa esto que su sola presencia vaya a voltear de repente las expectativas electorales, ni mucho menos, pero sí que su nombramiento puede tener mucho de revulsivo para un electorado necesitado de nuevos bríos y que, no se olvide, sigue teniendo un suelo considerable en amplias capas de poblaciones, sobre todo del interior. En este sentido, la permanencia en La Moncloa sólo será posible con una reactivación del voto socialista andaluz, al estilo de lo sucedido en Cataluña. Claro que si allí el cúmulo de desengaños y frustraciones tras el procés ha potenciado la oferta de un político situacionista como Illa, aquí la ya prolongada siembra de la derecha más socialdemócrata que representa Juanma Moreno no parece que vaya a echarse a perder, al menos de momento.
Adornan a María Jesús Montero algunas virtudes que no se le suelen reconocer, pero que a mí me parecen importantes. Tiene experiencia de gestión, conoce las entretelas de la Administración, nacional y autonómica, y aunque un excesivo histrionismo sugiera otra cosa, su labor como responsable de Hacienda, aquí y allí, nunca sorteó los límites de la ortodoxia. Aporta además una energía que ya no se esperaba de Juan Espadas, y dicen que tiene una capacidad de trabajo a prueba de horas. Pero, paradójicamente, su mayor debilidad hay que encontrarla en esa imagen fija, repetida todos los días, haciendo pareja con el presidente en el banco azul. Una barrera que posiblemente sólo podrá derribar cuando el que se sienta sonriente a su lado deje de habitar La Moncloa.
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