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Treinta años de campañas antitabaco y ahora pretenden convencernos que la marihuana es una sustancia natural y beneficiosa. Desde los años ochenta sabemos del destrozo que la droga ha causado en tantas personas, familias y barrios, haciendo insoportable la convivencia y la vida tranquila de sus vecinos, y ahora contemplamos que, alrededor de la marihuana se llega a los extremos que venimos contemplando, sin irnos muy lejos de Huelva, en pisos y barrios enteros. Se nos ha dicho que la legalización es la solución al narcotráfico, como si de la noche a la mañana quien tiene este lucrativo negocio fuera a renunciar al millonario beneficio que supone ir arruinando las vidas de los demás, cosa que, por cierto, saben de sobra aquellos estados que la han legalizado hace años (investiguen los que está pasando en San Francisco, California). Donde hoy la marihuana es legal no ha bajado el narcotráfico y sí ha aumentado el consumo, en un efecto directo de, a más oferta, mayor demanda. Creemos que este es un debate de libertad personal, de derechos individuales, cuando, en el fondo, y no seamos ingenuos, es un debate de grandes fondos de inversión que llevan tiempo invirtiendo y, por supuesto, presionando a gobiernos para conseguir ampliar mercados. En España algún iluminado se atrevió a pronosticar que la legalización traería incrementos de recaudación vía impuestos, sin poner un momento la mirada en sus consecuencias.
La marihuana es una bomba de relojería para la salud mental, especialmente la de los jóvenes, siendo un fuerte factor de riesgo al desarrollo de trastornos como la esquizofrenia o los brotes psicóticos, y cuando eso pasa, es muy difícil la vuelta atrás. Podrás dejar el consumo, pero la enfermedad mental no te dejará. Su consumo está directamente relacionado con la incapacidad de concentración, incompatible con los estudios, e incapacitante para las actividades de la vida cotidiana. No se puede trabajar o conducir bajo sus efectos. Además de todo lo dicho, si ponemos una mirada antropológica, es demoledor pensar que una sociedad invadida de consumidores de marihuana es una sociedad indolente, lenta, apática. A lo mejor por eso se pone tanto empeño en su defensa, a lo mejor es que quieren que la rebeldía y la energía juvenil esté tirada en el sofá, haciéndonos más dóciles y manejables, dependientes y pobres mentales. ¡Alerta!
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