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Los miembros de la columna La Otra orilla nos retiramos durante el mes de agosto. Lo haremos y disfrutaremos de este verano que, si nada lo remedia, será el mejor del resto de nuestras vidas. Durante este curso, la gente que hacemos voluntariamente esta decenaria columna, hemos venido apelando a la conciencia colectiva y política para evitar titulares como este, pero el calentamiento global y la destrucción de nuestra naturaleza, o las agresiones que nos empeñamos en realizar contra nosotros mismos, no nos permiten poner otros.
Por ejemplo, con perspectiva y según las predicciones, aprovecharemos esta temperatura maravillosa con la que despedimos julio en 2024, porque quizás los 36 º C de hoy no volvamos a verlos. Pero aparte del medioambiental, hay otros frentes que hemos abordado este curso que no presagian mejores veranos.
Miremos si no a la asquerosa guerra para abordar conflictos entre Estados, que se ha desatado, y que por desgracia va más allá de las agresiones de Rusia e Israel a Ucrania y Palestina, hay decenas de conflictos, y además con una retórica armamentística desconocida desde hace mucho. La cultura de la guerra se abona peligrosamente hasta que la vives en la puerta de tu casa, cuando se convierte en real. Por eso, ya les digo, disfrutemos de este verano, que nunca se sabe.
Más muestras. Si repasamos los centenares de artículos que hemos escrito, la pobreza de nuestros hermanos del sur será probablemente la realidad más denunciada. Nacer pobre, vivir pobre y querer escapar, forma parte de la tragedia humana a la que nos vemos obligados a poner foco. La migración, como respuesta lógica a la pobreza de nacimiento, crece en los últimos años azuzada por la violencia armada y medioambiental, y ante ese auge hemos “tapiado” nuestras fronteras para convertirlas en lugares de sufrimiento; pero, ¿cómo quedarse para morir? Desde La Otra Orilla no pararemos en demandar sociedades de acogida, de derechos, de amparo, pero por desgracia y ¡ojalá me equivoque!, en este sentido este puede ser también el mejor verano que nos quede. Por muchos buques de guerra que pongamos en el estrecho, como algunos fascistas insinúan, cada vez veremos a más personas, a más niños, llegar a nuestras playas exhaustos.
Pues eso, pararemos y descansaremos, y les recomendamos disfrutar de este verano, como si fuera “el mejor del resto de nuestras vidas”.
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