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Alberto Grimaldi
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tribuna
HAY que admitir que son varios los escritores que se han referido en algunos de sus escritos a la trayectoria que tuvo desde su explotación y seguimiento la Compañía de Minas de Río Tinto. Sobre todo cuando se efectuó la venta de dicha mina y se estableció la colonia inglesa. Aunque fue fundada por dos ingenieros alemanes y un banquero anglosajón. Pero en mis pesquisas habituales en el A.M.H., cae en mis manos un libro relacionando con la explotación de minas en la provincia de Huelva, sobresaliendo como la principal de ellas la de la Compañía de Río Tinto Ltda. a la que le dedica el autor grandes espacios.
Este libro, titulado su encabezamiento por Victoria de la Mina de Río Tinto, está creado por un escritor llamado David Quero, de nacionalidad inglesa, para mi un desconocido, al que le dedica múltiples pasajes, sobre la minería onubense. Hojeando sus páginas me encontré en uno de sus capítulos un hecho para mi ignorado que me llamó por tanto la atención, por lo que pasé a tomar apunte de aquel caso. Este trance aconteció en el mes de julio de 1876, debido que en aquel mes se efectuó una entrega de lingotes de oro, destinado a las minas, cuya carga fue transportada, desde las oficinas de los agentes de Huelva (obviando identidad de los mismos), por el conducto de una diligencia (se refería por supuesto al transporte por diligencia de aquellos tiempos).
En el transcurso del recorrido y a su paso por la llanura costera y los cerros cercanos de Río Tinto, fue abordada la diligencia por una banda de ladrones enmascarados, que asaltaron el carruaje a punta de cuchillo, robando la partida de oro, cuyo valor ascendía a la suma de 8,200 Libras.
Según escribe este autor, el banquero Hugo Matheson le pidió a los agentes de Huelva (sin dar aun nombre), que reembolsaran a la Compañía, la cantidad sustraída: "Puesto que ellos eran los responsables de que no llegara la mercancía con la seguridad requerida".
Dichos agentes, según detalla anteriormente por el autor, eran los ingenieros alemanes don Guillermo Sundheym y su socio don Enrique Doetsch, que según mi opinión es bastante dudoso y más relatado por un escritor inglés, que ensombrecieran a estas personalidades a la ligera. No creo que obraran así, omitiendo la garantía de la conducción del oro, puesto que se trataba de señores de máximas responsabilidades y honradez en su largo cometido en todos sus abnegados trabajos en la trayectoria de la mina y que para Huelva fueron dejando una recopilación benefactora.
Cabe citar medios de comunicación como el ferrocarril de distintas líneas, centros culturales, edificación hotelera y dar trabajo a jornaleros onubenses en aquella precaria época.
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