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Lo del PP y el PSOE este fin de semana es la forma que tienen los dos partidos de decirles en clave política a los españoles no estabulados o no cegados por la militancia y los prejuicios ideológicos lo escrito en las puertas del infierno dantesco: “Abandonad toda esperanza, vosotros que votáis”.
¿Quién le ha sugerido a Feijóo que era una buena idea comparecer ante una Moncloa de la Señorita Pepis utilizando el Palacete de los Duques de Pastrana, anunciado por la empresa que lo explota como “el escenario perfecto para bodas, eventos corporativos, ferias, congresos, espectáculos y actividades de team building”? Deberían averiguar si es un quintacolumnista de Sánchez. Ese decorado, esas banderas de España y de Europa, ese atril central, esa disposición de los barones y las baronesas como si fuesen ministros, tenía el aire de los telones con un agujero por el que sacar la cara para fotografiarse en las ferias. Lo grotesco de la puesta en escena daña el razonable mensaje contra el cupo catalán y la ruptura de la solidaridad, y a favor de la convocatoria de una Conferencia de Presidentes que evite la “bilateralidad tramposa” y haga que “lo que es de todos, se dialogue y se acuerde entre todos”. Feijóo y sus asesores olvidaron a McLuhan y su famoso “el medio es el mensaje”.
Lo del PSOE fue grotesco por su tufo de sometimiento entusiasta al amado líder por parte de todos los asistentes menos dos, el discurso de autobombo tejido con exageraciones, medias verdades y mentiras enteras y el aire de autocoronación imperial napoleónica. Debería asombrar, si no escandalizar, que aplaudieran tanto sin conocer el contenido del documento del pacto con ERC que, según Lambán, “atenta contra la Constitución” y según García-Page debería serles entregado para verificar “que lo que dice ERC no es lo que avala el PSOE”. Por lo visto no le basta la luminosa y marxista (de Groucho) explicación de María Jesús Montero: “Lo que dice el acuerdo es lo que dice el acuerdo, no lo que cada uno creamos que dice el acuerdo. Y lo que no dice el acuerdo es lo que no dice”.
Da igual que da lo mismo. Los aplausos de la adhesión inquebrantable lo ahogaron todo. Y la realidad los desmiente. No se puede gobernar “a cualquier precio”, dijo García-Page. Pues sí se puede. Y no a cualquiera, sino al muy concreto y muy alto precio de indultos, amnistías, cupo, acuerdo, concierto o lo que sea.
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