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David Fernández
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Asegura el ministro de Transportes, Óscar Puente, que “el éxito de la alta velocidad en los territorios a los que llega es brutal y [les] cambia el panorama también”. Lo decía el ministro en un acto reciente, precisamente por la expansión de las líneas de alta velocidad en el norte del país. A cuenta del nuevo AVE a Asturias, ponía como ejemplo de ese “éxito brutal” el hecho de que “2.000 billetes a la semana, por menos de 20 euros, se están vendiendo en segundos”. “El primer mes de la alta velocidad, cuando abrimos la variante de Pajares, vendimos 240.000 billetes”, añadía.
Pero ese éxito del AVE, por impacto, interés, nueva demanda generada y bajos precios, constatado allá donde llega, como ahora Asturias, es lo que se niega a Huelva y a los onubenses. Porque, parafraseando a Óscar Puente, donde no caben “inversiones brutales”, como la de la alta velocidad Sevilla-Huelva, tampoco cabe el “éxito brutal” que supone la llegada de esos trenes AVE. Aunque en el caso onubense sean 1.200 millones de euros de inversión, completamente rentables, según el Estudio Informativo vigente,1.200 millones de euros y en el asturiano, sólo el tramo de la variante de Pajares, sean 4.000 millones.
El Gobierno sigue en sus trece con Huelva, empeñado en no dotar a la provincia con una línea de alta velocidad antes de 2050. La nueva condena para los onubenses es de 26 años. Una larga espera a sumar a los 35 años que han pasado desde que se formulara la primera promesa política de llegada de AVE a Huelva, en enero de 1989. Vamos camino de los 61 años de espera. Una vida entera desde que por primera vez se apuntó a esa posibilidad y se empezó a alimentar la ilusión de los onubenses por contar con una infraestructura que es sinónimo de progreso y modernidad aún hoy.
Han pasado 32 años desde la puesta en servicio de la primera línea entre Madrid y Sevilla, la que se quedó desde entonces a sólo 90 kilómetros de Huelva. Un ejemplo de ese “éxito brutal” para los territorios, como dice el ministro, que seguirá 26 años más de espaldas a este rincón de España, que es estratégico e importante sólo cuando interesa fuera, no siempre, como merecen los onubenses. Aquí seguimos con el “tren de la bruja”, como un indignado anónimo lo bautizó en una señal de la estación.
Días atrás, en un evento organizado por este periódico con altos directivos de grandes compañías energéticas, el consejero delegado de una de ellas contaba cómo para llegar a Huelva desde Madrid debían tomar un AVE hasta Sevilla y luego un coche hasta la capital onubense. A dos de ellos les pasó. Un botón de muestra entre miles de empresarios, trabajadores, turistas o abuelas que quieren visitar a sus nietos cada cuatro meses.
No es sólo que no haya alta velocidad para viajar directamente hasta Huelva desde la capital de España; también las conexiones con Alvia son mínimas y claramente insuficientes, por no hablar de escasa fiabilidad, de incomodidad y de precios; o de la esperpéntica y agobiante espera en Atocha a que un monitor indique el número de vía para el tren a Huelva, escasos minutos antes de su partida. Y más al margen queda el también mínimo e insuficiente servicio de trenes de media distancia entre Sevilla y Huelva, y los pocos, casi sin tiempo suficiente para enlaces. Brutal, como diría nuestro ministro de referencia en estos temas.
Si a ello se añade la insistencia de que no es prioritario bajo ningún concepto el AVE, no ya al Algarve portugués, sino a Huelva, por motivos poco sólidos, tergiversados o falsos, como inversión, mejoras asociadas y reparos medioambientales, la evidente indignación onubense se torna en cabreo. Y con necesidad de reacción urgente tras el anuncio de que en un mes estará aquí el mismo ministro a presentar un plan C como solución A; un parche disfrazado de “éxito brutal”, que no sirve ni como mordaza.
Todo ha sido suficiente en Huelva para improvisar una movilización esta semana, con la que, al menos, dejar constancia de que los onubenses se rebelan contra una decisión y unas justificaciones que, por más que se repitan o aparezcan otras nuevas, cabrean más al personal. Porque en el fondo queda la evidente discriminación a la provincia de Huelva, castigada sin lo que otros disfrutan ya, o disfrutarán en los próximos años. Indignada por que se le quiera convencer de asumir la responsabilidad de contribuir a contener el gasto público, que se desboca en otras provincias españolas más al norte de este sur del sur olvidado.
El cabreo se acentúa en Huelva, además, cuando se intenta boicotear o deslegitimar una reivindicación ciudadana, aun con agentes sociales por medio, y tildarla de política. Pero esta movilización no es la primera. Ni será la última. Esto viene de muy lejos y ha pasado tiempo suficiente, más de tres décadas, para que haya habido alternancia en los gobiernos de todas las administraciones y que alguno de ellos hubiera hecho algo efectivo por la alta velocidad en Huelva, incluida una estación de verdad para AVE, rematando proyectos y empezando obras que nunca se llegaron ni a licitar.
De la situación actual son responsables todos, y no ha lugar ahora para ataques ni defensas, y sí para el entendimiento, para favorecer una solución real demandada, sin más engaños, o al menos sin intentos de torpedear o aprovecharse de que la población muestre públicamente su indignación. Porque la manipulación verdadera, como se comentaba el jueves entre corrillos en la Plaza de las Monjas, ha sido la que se ha sufrido en Huelva durante años con promesas electorales, maquetas, proyectos licitados e inacabados, autorizaciones ambientales caducadas y procesos reiniciados para llegar ahora a un nuevo punto de descarte y olvido para los próximos 26 años.
Hace cuatro años, a mediados de 2020, en un acto electoral, el último ministro de Fomento que visitó Huelva, José Blanco, aseguró, una vez más, que el AVE venía de camino y seguía su tramitación. Un mes después de aquella visita, el Estudio Informativo entró en el Ministerio para la Transición Ecológica en busca de la Declaración de Impacto Ambiental, que ya una vez consiguió y se dejó caducar por no ejecutar. Ahora, después de cuatro años reclamando, supuestamente, nuevos informes ambientales, pero asegurando, hasta hace unos meses, que el proyecto seguía en marcha, ya no es necesaria la línea de alta velocidad a Huelva. Al menos no antes de que pasen 25 años.
Si para 2050 seguimos por aquí, ya comprobaremos si es así. Pero después de 35 años de la primera promesa, esperar 26 más parece poca cosa. Nada, por aguardar “el éxito brutal” que trae el AVE allá donde llega, mientras el “panorama” de este territorio onubense no cambiará, como dice el ministro.
En unas semanas nos dará la sentencia pidiendo la mejor sonrisa. Aunque la plataforma ¿Y Huelva cuándo? ya avanzó el jueves que esto no ha hecho más que empezar. Por el AVE, por todas las infraestructuras e inversiones pendientes y, sobre todo, por dignidad.
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