Quizás
Mikel Lejarza
Toulouse
Yo te digo mi verdad
Atribuyámoslo si quieren al otoño, la estación declinante y funeraria y a la certeza próxima del invierno. Este al menos trae la esperanza de la primavera, pero ahora… ahora sólo nos queda el consuelo falso y artificial de las luces navideñas. Será eso, pero en los últimos tiempos la visión del porvenir de este nuestro mundo hogar aparece nublada, incluso para un optimista patológico como yo, aunque eso no me haga seguidor acérrimo del aciago ‘no hay mal que por bien no venga’.
Y es que me resulta harto difícil encontrar el bien que puedan traer males como la victoria de Donald Trump, un millonario que está formando un gobierno de multimillonarios que incluye al hombre más rico del mundo, el empresario Elon Musk convencido de ser Iron Man pero cada vez más parecido a alguno de los villanos de sus películas. Presentados todos como ejemplos de eficiencia y votados por un electorado de millones de trabajadores convencidos de que esos personajes se preocupan por sus vidas y les van a ayudar a vivir mejor.
Ese futuro mundial es aplaudido por otra gente victoriosa en elecciones, como Meloni, Orban, Netanyahu y Milei, o aspirantes como Alcaraz, políticos que comparten con Trump, entre otras características, el automarchamo de patriotas, exactamente lo mismo que se proclaman en el bando de enfrente Vladimir Putin, las huestes de Hamas y los ayatolás de Irán.
En medio de este panorama, dirigentes de países supuestamente democráticos toman la subversiva decisión de ignorar la orden de arresto que el Tribunal Penal Internacional ha emitido contra el primer ministro israelí, al que no hay que ser un experto jurídico para considerar como genocida por su sistemática decisión de exterminar al pueblo palestino, bombardeando a decenas de miles de inocentes para acabar sin juicio con cientos de presuntos terroristas.
Y en España, ah en España, un presidente autonómico desnortado decide encargar el arreglo de la catástrofe más grande que ha sufrido nuestro país en el siglo a un militar. Un general que en sus primeras declaraciones manifiesta que “no admitirá directrices políticas” en su trabajo, lo que no sé si significa que todos deberán acatar sus ‘directrices militares’ o que no se someterá al control de ningún órgano democrático. Sí, mi estado de ánimo se debe seguramente al otoño.
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