Nacer y morir en Sevilla

"Dice el SAS que Angiología y Cirugía Vascular no se ha desmantelado, pero en realidad lleva más de veinte años desmantelándose poco a poco"

Hospital Virgen del Rocío.
Hospital Virgen del Rocío.

12 de marzo 2025 - 03:07

Nacer en Sevilla es una maravilla. Ya lo dijo no sé quién. Como la lluvia. Como la feria. Como una tarde de toros en la Maestranza. Como la primavera misma. En Sevilla, cuenta la gente, los niños no vienen al mundo con panes bajo el brazo, sino con carnets del Sevilla o del Betis, que a veces son genéticos y a veces se dan al tuntún, y en los bautizos los bendicen con agua de azahar bajo la brisa fresca del Guadalquivir. Si naces en Sevilla, el primer llanto de uno ya suena a banda de cornetas, incluso de tambores, y en vez de en Bugaboo te pasean en coche de caballos, y me he enterado de que allí mueves el sonajero en plan capote, templando medias verónicas como si no hubiera un mañana, igualito que Curro, mientras, con la mano libre, agarras el bocata, que en Sevilla para echar los dientes no te dan Aspitos, sino montaditos de carne mechá.

Tampoco se muere nadie allí de cualquier manera, no. En Sevilla uno se va como es debido, con su repique al vuelo en la torre de la Giralda y su taparte con la bandera de España, y te llora el Baratillo, y en el Arco del Postigo, y hasta rezan por ti los gitanos de la Cava. He oído que en Sevilla, cuando te mueres, te llevan a hombros hasta San Fernando, y que allí, al ladito de la tumba de Machín, una tuna te canta Angelitos negros y luego se van todos al Perejil a tomarse una Cruzcampo a tu salud, que para eso naciste y moriste en Sevilla.

Todo esto que les cuento viene a cuento porque no quiero que les coja desprevenidos y se me sorprendan luego, cuando pase. Para que nos vayamos acostumbrando. Porque, tal y como estamos ahora, a nada que se nos ponga la cosa chunga para nacer o para morirse, vamos a tener que coger carretera y manta y hacerlo en Sevilla. Con el Materno-Infantil no queda otra. Ya saben lo que toca: esperar a que la maqueta virtual que nos han enseñado, siete años más tarde, pase, primero, a los papeles, y después al cemento -armao, como la cara de más de uno-. Nada nuevo, porque si con lo de aguantar retrasos tenemos un máster, en eso de tragar con agravios estamos ya a punto de sacarnos el doctorado. Por donde sí que no voy a pasar es por el asunto de la desaparecida unidad de Angiología y Cirugía Vascular, que dice el SAS que no se ha desmantelado pero que en realidad lleva más de veinte años desmantelándose, y créanme que lo sé por experiencia, ante la pasividad, la ineptitud o la complicidad de quienes, debiendo procurarnos lo mejor, lo han permitido y hasta alentado en beneficio de otras provincias. Porque aquí lo peor no es la espera, ni el trayecto, ni la resignación, ni siquiera las promesas de dirigentes incapaces que van y vienen. Lo peor es la impunidad, la de los de antes y la de los de ahora, y la desvergüenza con la que se hacen los sorprendidos por algo que se sabe desde hace años. Lo terrible de verdad no es la indignidad con la que nos tratan, sino que ese inmovilismo cobarde ha costado, cuesta y seguirá costando vidas, aunque, según ellos, aquí no se muere nadie. Claro. Nosotros nos morimos en Sevilla.

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