08 de septiembre 2023 - 06:00

Avíate.
Avíate. / M. G.

Desde su primer verso -'Nada es tan sólo una palabra / tan vacía y descarnada…"- el posible oyente de la nueva canción del grupo Avìate!, Nada, podría preguntarle a su autor para qué seguir escribiendo la letra de una canción que, ya desde su expresión primera, parece desdecirse a sí misma por "vacía y descarnada", pero quien la escribió, que justamente es el mismo que ahora y aquí redacta estas líneas sobre las que el lector pasea su mirada, poco o nada sabía, cuando sintió el arrebato febril de la inspiración, de hasta dónde le podrían llevar aquellas primeras palabras tan determinantes, de igual modo que los autores de poemas o de novelas difícilmente pueden tener entre sus sienes todo el desarrollo de sus creaciones mientras trabajan en ellas, incluso cuando ya han escrito un principio tan inolvidable como el de Gabriel García Márquez en el arranque de sus Cien años de soledad: "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo".

De no funcionar así los mecanismos de la creación literaria, incluso en esas novelas cuyo desarrollo se sostiene sobre una arquitectura interna tan precisa como la maquinaria de un reloj suizo, costaría creer que su autor haya podido introducir cambios de última hora. O bien el hecho de escribir sería otra cosa bien distinta y mucho más cercana a la matemática, o a cualquier otra disciplina absoluta, que al flujo natural de estas palabras mías, porque cuando encabecé el borrador de este artículo con Nada, esta palabra que parece negarlo todo, nada tenía claro más allá de su título que, inevitablemente, me remitió al de aquella novela con la que Carmen Laforet ganó el premio Nadal de 1945, condensando en una sola palabra de cuatro letras aquel estado anímico de zozobra y desolación por el que transitaba este país durante los interminables primeros años de nuestra posguerra: Nada.

Pero, por fortuna, la canción homónima que Avíate! presenta estos días en todas las plataformas digitales tira por otros derroteros, como buscando una compensación a esa inclemente densidad que impregna sus estrofas de un halo metafísico y hasta fatalista, ya que en cuanto se abre a los versos de su estribillo la mente cambia y parece que el corazón se va perdiendo por otros derroteros, porque está tan cargado de esperanza, con todas sus intenciones, que en el vaivén de su escritura me obligó a resolver aquella contraposición entre el tormento y el éxtasis con un verso descaradamente cinematográfico, "desde aquí a la eternidad", que bien podría haber sido su título si yo no tuviera esta incontrolable propensión al fatalismo que suele terminar en nada.

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