El balcón
Ignacio Martínez
Negar el tributo y lucir el gasto
Gafas de cerca
Hace unos días, un compañero mencionaba cómo los que escriben columnas suelen practicar un personal retorno a ciertos asuntos; y todos a otros propios del tiempo, el verano como ejemplo paradigmático. Mencionaba el articulista a un “primer espada” de la cosa... aunque Manuel Vicent siempre ha sido antitaurino, y lo de “espada” no sería de su agrado. Recuerdo de su columna semanal de la contra de El País la referencia al olor y la textura de los pimientos asados en la Malvarrosa, y de cómo la edad del seductor acababa convirtiéndolo en transparente a los ojos de las dulces ninfas mediterráneas, en las largas jornadas de luz, calores y piel al aire. Los opinadores –palabreja que se las trae–, tiran de sus temas fijos, a veces con una tozudez con la que arriesga a caer en lo monótono. Unos ejemplos: el turismo y sus patologías, las fobias políticas, las filias y los fraternos halagos, el feminismo, el antifeminismo, los menas.
Hay –lo dicho– algo que sí suele ser consustancial al oficio, y es comentar con uno u otro gancho o anécdota el transcurso de los días hechos estaciones. Los más talludos conocen el eslogan y los elegantes anuncios televisivos que daban el pistoletazo de salida de otra estrategia estacional, la de la vuelta anual a la sensualidad: “Ya es primavera en El Corte Inglés”. Inmediatamente, el verano y su revolución de los hábitos. Y, demasiado rápido, unos párrafos sobre el folclore del invierno, eso que llamamos “navidades” con abuso de tiempo, forma y fondo. Adelantarse al comentario de temporada es una tentación. Pero es que te lo ponen a huevo. ¿Aludir a la Nochebuena, el Año Viejo y los Reyes a primeros de octubre? El Corte Inglés, empresa señera donde las haya, publica ya en los escaparates de sus valiosísimos establecimientos céntricos: “Estamos trabajando en nuestra tienda de la Navidad”.
Tras el señuelo de los décimos del Gordo de la Lotería ya disponibles entre sardinas churruscadas, las fiestas invernales van llegando a las tiendas. Y aquí está uno para hacer de liebre, que así se llama al corredor que, astuto, se anticipa en la carrera comentarista, para que vayan llegando los verdaderos atletas a la meta dentro de unos tres meses; poco a poco, que largo es el camino. Navidad desde el mediano otoño. Hasta las rebajas del bolsillo roto y el Carnaval. Previo Black Friday, un anzuelo para que –ay, la divina Patricia Manterola– “el ritmo no pare, no, que el ritmo no pare, ¡no pare!”.
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