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El Recreativo solo acumula disgustos y no termina de arrancar en un inicio de temporada por debajo de las expectativas optimistas previas desde el seno del club sin tener en cuenta que antes hay que aprobar las clases de cada partido, que es lo que media entre la teoría y la práctica y que se traduce en resultados. Una remontada milagrosa en Mérida que inducía a una reacción anímica, un desengaño ante el filial bético y dos golpes duros caseros con ventajas en el marcador dejan un test de evaluación de inquietud y opresivo. Y es que hay que ir con cautelas, ya matizadas en esta sección.
La crisis emanada por la reiterativa fragilidad, falta de colocación y contundencia defensiva, que no se corrigen sino que se agravan a medida que avanzan las jornadas y que prolonga la incapacidad con la ruptura del organigrama de equipo creando excesivas dudas y una lucha a contrarreloj en recuperar el terreno perdido con el peligro que conlleva acelerar las acciones sin el sosiego adecuado por las secuelas traumáticas de lo que deja por atrás sin cuajar.
Tercer filial consecutivo como prueba de fuego. Villarreal B, recién descendido y con caudal de calidad bajo el control del jiennense Miguel Álvarez, una institución con ocho temporadas al frente, y Recreativo con su historia a cuestas, ahora están acosados por la sequía de victorias ante la necesidad de una inyección de motivación extra.
El fútbol no siempre sigue la trayectoria que uno espera y el objetivo que se pretende conseguir. Y como suele ocurrir cuando existe un clima de vaivenes, el Recreativo tiene que ponerse a la altura de sus propias competencias, exigirse más y transmitir la energía que busca para salir del atolladero. Y hay que tener cuidado porque rachas negativas sin cortar se complican porque luego se empina el calendario más de lo previsto con la mezcla de agonía y ansiedad. Primero, es necesario tener confianza para cimentar la fe en el juego.
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