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Se dice que la derrota es huérfana y la victoria tiene mil padres. Tras la tragedia de Valencia hemos aprendido que las causas y consecuencias de la pavorosa riada que se llevó por delante más de dos centenares de vidas, son como uno de aquellos chiquillos que se dejaban en el torno de la inclusa envueltos en una toquilla. No importan a nadie. Nadie sabe nada. Nadie tuvo nada que ver. Nadie vio, oyó o dijo nada. Como los tres monos ajenos al mundo. Fueron otros. Pero también comprobamos que la incompetencia, la ineficacia y la desvergüenza son transversales entre nuestros políticos. Es cierto que están ahí porque los votamos nosotros, pero también lo es que las listas electorales son un catálogo de oportunidades con muchos más saldos y taras que productos de calidad o novedades. El poder político ha impuesto un desolador culto a la mediocridad personificado en quienes con la capacidad justa para montar en una bicicleta con ruedines se creen aptos y competentes para pilotar una misión espacial.
Es intelectualmente aberrante admitir que quien, además de no estar en el puesto de mando, fue incapaz de prevenir la avenida, gestionar el aluvión y mitigar sus daños, sea la persona idónea para liderar la reconstrucción de las zonas afectadas. Y no sólo estructural, sino económica y sobre todo, moralmente. ¿Qué autoridad moral atesora el señor Mazón para comparecer ante sus vecinos? Más aún si, como declaró en su larguísima, exculpante y penosa comparecencia ante las Cortes Valencianas, su intención es nombrar una vicepresidencia encargada de ello. Todos somos conscientes de que aquí las responsabilidades escalan a todos los niveles de la Administración y muy en especial, a los cargos políticos. Pero el señor Mazón no puede, bajo ningún concepto, no asumir sus obligaciones ante la tragedia. Fue negligente por sí mismo, lo fue in eligendo, pues su equipo solo demostró imprevisión e incapacidad y también in vigilando, pues suya es, como presidente, la supervisión de su Gobierno.
De nada sirve emplazarse a sí mismo a no buscar la reelección si no está a la altura a partir de ahora ya que se constituye en su propio juez. Y todos solemos ser complacientes con nuestros errores al igual que poco comprensivos con los de los demás. También resulta irrelevante crear una Comisión Parlamentaria si acusados, acusadores, jueces y testigos son las mismas personas que van cambiándose de silla. El señor Mazón no es el único que debería dimitir, pero es claro que no debería dejar de hacerlo de inmediato.
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